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No pares

DÍA 3 DE 5

Mi bebé tenía aproximadamente un año y, mientras lo cuidaba, yo debía ser madre y esposa; trabajar en el ministerio, y ser ama de casa. Llegó un momento en el que estaba a punto de colapsar. El tiempo no me alcanzaba para nada; mi casa estaba desarreglada, pasaba todo el día en pijamas, tenía platos sin lavar. Esto afectaba mi ánimo porque mi hogar era diferente a lo que me había imaginado como una familia perfecta; todo lo opuesto a una imagen de Pinterest. Esto, por lo general, me llevaba a reaccionar de una manera negativa hacia mi esposo, quien gracias a Dios me tuvo mucha paciencia y amor.

Un día, llegó una amiga a visitarme por sorpresa y casi me desmayo; que fuera una amiga lo hacía peor, porque me preocupaba su opinión sobre mí. Yo, la que en redes sociales siempre parecía tener todo bajo control, una mamá ejemplar, maquillada y bien vestida, vivía una realidad totalmente diferente: no tenía nada controlado, cambiaba pañales todo el día y la rutina me estaba volviendo loca. ¿Has estado en una situación similar alguna vez?

Lo primero que hice cuando esta amiga entró a mi casa y vio la sala con todos los juguetes del bebé tirados y ropa sin doblar, fue decirle: «Perdona que todo esté así. Te voy a enviar una foto para que veas cómo lo dejo después de un rato». Esta frase era un patrón repetitivo en mi vida. «Perdón por no estar arreglada». «Perdón por no hacer bien esto; te prometo que practico y me saldrá mejor». «Perdón, perdón, ¡PERDÓN!».

Me había olvidado de que hay belleza cuando uno es vulnerable, y lo mejor de todo, es que tenemos permiso de Dios para serlo. A veces, olvidamos que aquello que nos ha permitido alcanzar nuestras metas y sueños no ha sido lo lindas que nos podamos ver o todas las capacidades que tenemos; ha sido el amor de Dios y su misericordia. La autora, investigadora y profesora estadounidense, Brené Brown, dice: «La vulnerabilidad suena como verdad y se siente como valentía. La verdad y la valentía no siempre son cómodas, pero no son muestra de debilidad».

Nos cuesta ser vulnerables por temor al rechazo o por temor a que no nos valoren o nos amen. Por eso, guardamos todos nuestros secretos bajo llave. ¿Qué pensarían las personas si supieran que no somos la esposa excelente que imaginan? ¿Que no somos las mejores madres? ¿Que no somos expertas en el ministerio? ¿Que no oramos o leemos la Biblia tanto como ellas creen?

Si te pones a pensar, todas carecemos de algo; por eso, Jesús vino a morir por nosotras. Quiero que recuerdes que nuestro héroe ya vino al rescate. Por otro lado, nuestras faltas no nos alejan de Dios; nos acercan más a Él si llevamos nuestra vulnerabilidad a sus pies. Él está cerca del humilde de corazón, y cuando somos débiles, entonces somos realmente fuertes.

«Pero él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:9,10).

Es tiempo de que abracemos quienes somos, permitamos que Dios sane nuestras heridas y nos pueda dar ese amor que cubre multitud de faltas. Cuando Dios nos renueva, Él nos mira a través de Cristo, sin faltas, sin manchas, sin importar nuestro pasado. ¡Guau! ¡Qué increíble manera de amarnos!

La vulnerabilidad y la culpabilidad no significan lo mismo, porque la culpa no hace más que recordarnos nuestros peores tiempos; pero llevar nuestra vulnerabilidad a Dios hace que Él trabaje en nosotras sacando belleza de nuestra debilidad, convirtiéndola en fortaleza. Jesús fue vulnerable para tener empatía con nosotros. Si alguien entiende lo que es perder a un ser querido es Jesús, porque perdió a su amigo Lázaro. Él comprende lo que es sentirse abandonado porque lo vivió cuando estaba en la cruz; sabe lo que significa ser traicionado, porque Judas lo hizo con Él. Desde ahora, no consideres la vulnerabilidad como tu enemiga; hazla tu mejor aliada para acercarte a Dios, para que así Él exhiba delante de todos su poder en ti.

  1. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste vulnerable?
  2. ¿Has sentido temor en exponer tus sentimientos y quien eres realmente?
  3. ¿Cuándo fue la última vez que le contaste a Dios cómo te sentías?

«Deja de llorar, vuelve a sonreír;

una nueva canción es puesta en ti».

(Fragmento de mi canción «No pares»)

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Acerca de este Plan

No pares

No pares es un devocional que con cada reflexión te ayuda a descubrir que tu valor va más allá de las heridas del pasado, de tu propio concepto y de las mentiras de este siglo. Es una obra de excelencia y una poderosa herramienta para la transformación de muchas mujeres que están en el proceso de encontrarse a sí mismas y descubrir cuán amadas son por Dios.

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Nos gustaría agradecer a Anna Ly por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://anna-lymusic.com/