Ser Padres Con GraciaMuestra

¿Qué nos enseña la gracia?

La gracia de Dios es descrita por algunos, hoy en día, como un antídoto para los efectos del pecado: «incluso si no obedezco los mandatos de Dios o sigo su voluntad para mi vida, Él hará que al final todo funcione para mí». Eso no es gracia; es una licencia. Esta es una falacia que el cristianismo superficial ha derivado erróneamente de Romanos 8:28. La gente se concentra en la primera frase: «Y sabemos que Dios hace que todas las cosas funcionen para bien», pero pasa por alto las dos afirmaciones calificativas: «a los que aman a Dios, a los que son llamados según su propósito». La gracia no anula los efectos del pecado. Nos enseña la importancia de evitar el pecado.

El apóstol Pablo, nos dice que la gracia nos instruye a negar la impiedad y los deseos mundanos y a vivir sensata, justa y piadosamente en la época actual (Tito 2:11-12). La gracia de Dios, su bondad y favor inmerecido, se exhiben de manera suprema en la salvación, su don de vida eterna que se ofrece gratuitamente a cualquiera y a todos los que creen en Jesucristo. No hay otros requisitos para entrar en una relación eterna con Dios. Jesús lo pagó todo en su muerte en la cruz y nosotros somos salvos por creer en Él (Hechos 16:31).

Pero si la gracia de Dios significa que nos ama lo suficiente como para darnos la vida eterna, también significa que nos ama lo suficiente como para querer que escapemos del pecado que una vez nos esclavizó. Así, la gracia nos instruye a «negar la impiedad y los deseos mundanos». Negar es repudiar o desconocer a alguien o algo. Es una separación intencional del pecado. Por ejemplo, en un mundo que ha rechazado el plan de Dios para las familias, la gracia nos enseña a aceptar que el sexo está reservado solo para una pareja casada, una mujer y un hombre, y que el matrimonio es una bendición para toda la vida (ver Génesis 2:24-25; Mateo 19:4-6; Romanos 7:2-3; Efesios 5:31).

«Pero espera», alguien podría decir: «¿Y si ya he metido la pata? Solo estoy descubriendo a Dios en mi vida y los pecados del pasado han dejado profundas cicatrices. ¿Hay alguna esperanza para mí?». Sí. Estés donde estés en tu camino de fe, la gracia de Dios será tu guía en los buenos y malos momentos. Cuando venimos a Cristo, todos nuestros pecados son perdonados y somos hechos nuevos. Nuestro pasado ya no nos retiene. Y tenemos un futuro brillante y una vida eterna en Jesús.