[Cinco conversaciones con Cristo] Ansiedad y preocupaciónMuestra

Entrega tus preocupaciones a Dios

La ansiedad y la preocupación también nos impactan espiritualmente. Este último punto es el más importante. Tenemos miedo con respecto a la provisión. Algunos de nosotros fuimos enseñados a preocuparnos por nuestras familias. En este pasaje de Lucas, Jesús dice que Dios proveerá. Nuestra ansiedad y preocupación, espiritualmente hablando, provienen de un sentimiento de que Dios no proveerá para nosotros.

Piensa en la preocupación como una luz roja parpadeante en un tablero. La luz parpadeante no es el problema, lo que está sucediendo en el motor es el problema. La ansiedad, así como la preocupación, son una notificación. Luchas por querer ser aceptado, por ser valorado; luchas con la culpa o con lo que te deparará el futuro. Sin embargo, Jesús es nuestro fundamento, nuestra Roca. ¿Cómo recuperas tu enfoque en Jesús?

Mira, la preocupación no cambiará la situación, pero te cambiará a ti. Puede darte una úlcera, un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular. Puede estropear tus relaciones. Puede cambiarte y hacer que te encuentres con una adicción a la pornografía, al alcohol, a las drogas o a la ira. Nos preocupamos y nos metemos en un bache, bajando por ese mismo error cognitivo que podemos haber tenido durante décadas. Nos colgamos de las uñas al borde de la cordura. Pero hay algo positivo que podemos hacer: podemos ponernos de rodillas ante Dios, incluso cuando son las dos de la madrugada. Podemos entregar nuestros problemas a Dios. Podemos orar: «Dios, aquí hay todavía un zumbido en mi corazón y quiero que hagas algo más profundo en mí de lo que jamás podría imaginar».

¿Muestras la misma cantidad de compasión hacia tí mismo como lo muestras a otra persona? Si un amigo compartiera un problema contigo, lo alentarías. Dirías: «Todo va a estar bien. Dios lo va a hacer bien. No, no eres malo. No eres feo. No eres un idiota. Mira todo lo que Dios ha hecho a través de ti. Y nuestro éxito no es una casualidad». Mostrar compasión a alguien más es fácil; ahora quiero que muestres autocompasión. Date un respiro. Ten un poco de descanso. Ten un poco de gracia para ti mismo y permite que el Señor te transforme.