Sobrenaturalidad cotidianaMuestra

Escuchando lo normal

Después de algún tiempo noté que Dios me hablaba a través de libros. Bueno, eso es algo normal, común y nada espectacular, sin embargo era Su voz. Siempre disfruté de la lectura pero descubrí que al elegir un libro aparentemente al azar, Dios terminaba hablándome profundamente acerca de lo que en ese momento estaba sucediendo en mi vida. No me había sucedido antes, y al leer esto podrías pensar que se trata de una mera coincidencia pero ha ocurrido tan frecuentemente que es algo que ahora espero que suceda. En esto veo la mano de Dios.

Recuerdo que una semana estuve orando buscando un tema para enseñarlo en la iglesia y vino a mi mente el pensamiento de que debería hablar sobre la muerte. Nunca en mi vida había hablado sobre la muerte, ¡y estaba reacio a hacerlo! Lo que ocurrió después fue que en mi estante vi un libro que había estado sin abrir durante años y ni siquiera recordaba cómo llegó ahí. De pronto sentí que debía leerlo y dije en voz alta: "Si este libro es acerca de la muerte, hablaré sobre ese tema". Para mi sorpresa, todo el líbro era una meditación sobre la muerte.

Al mirar atrás me pregunto si Dios me ayudó a unir los puntos entre las Escrituras y los libros para animarme a que me dé cuenta de que no estaba totalmente sordo a Su voz.

Al ganar confianza entendiendo que Dios me hablaba, comencé a practicar profecía. Me sorprende recordar cuán poco espiritual me parecía. Al escuchar historias de otras personas asumía que algo parecido a la electricidad había atravesado sus cuerpos para anunciar el mensaje que había sido imprimido con fuego en sus almas.

Cuando comencé a practicarlo no funcionaba así. Pasé esa temporada tratando de tener una profecía diaria para alguien. Me sentaba en mi cuarto de la universidad y le pedía a Dios una palabra. Normalmente, después de un rato, alguien vendría a mi mente y yo tendría un versículo biblico, una imagen o algo más. No me sentía totalmente seguro, así que comencé a escribir la profecía lo cual me ahorraba la vergüenza de equivocarme estando frente a frente. Lo hice durante dos o tres semanas, estoy muy seguro de haber enviado muchos "buenos pensamientos" en vez de profecías. Mis mensajes decían algo así: "Veo una cascada de agua y Dios me dice que te ama".

Un día Dios trajo a mi memoria a una amiga a quien no había visto durante meses. En mi mente vi una imagen de una manzana con un mordisco. Le escribí contándole la imagen y lo que creía que significaba: "Tú has dado solo un mordisco a tu vida y el Señor quiere que sepas que tienes mucho más por disfrutar". Parecía algo muy simple, sin embargo ella me respondió al momento: "Eso está genial, muchas gracias". Me explicó que nueve meses atrás estando planeando la boda había roto su compromiso matrimonial. Yo no lo sabía pero ese día iba a ser la mañana en que ella hubiera estado caminando hacia el altar.