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Ya no mires tu pasado
Imaginemos a dos personas lado a lado, con la misión de recorrer un camino, superando algunos obstáculos, hasta alcanzar la meta. Una de ellas está parada de frente, mirando la línea de llegada y los obstáculos, mientras que la otra decidió pararse de espaldas, viendo el recorrido que la condujo hasta donde se encuentra en ese momento. Ambas comienzan a avanzar.
Es fácil identificar cuál de ellas actúa conforme a lo que dice Pablo en la carta a los Filipenses, “dejando lo que queda atrás y avanzando hacia la meta”. Y aunque esa es la estrategia correcta y la otra no tiene sentido, muchos de nosotros intentamos andar por la vida mirando hacia atrás, contabilizando nuestros logros y derrotas, nuestros aciertos y faltas.
Quizás lo hacemos porque pensamos que repasando una y otra vez los errores cometidos, evitaremos equivocarnos una siguiente vez. O quizás porque al revisar en qué acertamos y más que nada, en qué fallamos, reafirmamos nuestra imagen de cuan poco calificados estamos para asumir un reto ya sea en el ámbito profesional, personal o dentro de la iglesia. O posiblemente porque hemos cometido una falta tan grave que no es correcto olvidarla y actuar como si no hubiese pasado nada.
En cierta forma, nuestro pasado es como un espejo que refleja cada uno de esos momentos, con la particularidad de resaltar aquellos donde no hemos actuado correctamente, no hemos estado a la altura de la situación o hemos decepcionado a quienes contaban con nosotros. Necesitamos, sin embargo, reconocer que ese reflejo puede imposibilitarnos llegar a la meta. La carga de nuestras acciones del pasado puede ser tan grande y pesada que lo único que logra es desacelerar nuestro paso, e incluso detenernos.
Ciertamente, mucho de lo que nos sucedió en el pasado contribuyó, de alguna manera, a moldearnos como somos hoy, pero no podemos dejar que defina nuestra identidad y mucho menos, que determine el rumbo de nuestra vida. Puede que hayamos fallado, pero no significa que seamos un fracaso. El fracaso es sólo un evento, algo que hicimos pero no lo que somos.
Necesitamos volver la mirada al Señor y darnos cuenta de que su misericordia es más grande que cualquier error que hayamos cometido. Nuestra antigua manera de vivir ha sido perdonada, no necesitamos ir por la vida sintiéndonos culpables ni frustrados. De hecho, en el libro de Isaías, Dios nos alienta:
“Olvídense de lo que pasó; no sigan repasando la vieja historia. Estén alertas, estén presentes. Estoy a punto de hacer algo nuevo. ¡Está explotando! no lo ven? ¡Ahí está! Estoy haciendo un camino por el desierto, ríos en las tierras baldías” (Isaías 43:19, MSG).
Es tiempo de voltearnos, soltar el pasado y fijar la mirada en Jesús y en lo que tenemos por delante. Busquemos tener una relación más profunda e íntima con Dios que nos permita descubrir nuevos caminos, brillantes y llenos de esperanza. Pasar tiempo con Él hace toda la diferencia y es lo único que necesitamos.
Gracias por llegar al final de este devocional, si te gustó y quisieras profundizar el tema te invitamos a ver la serie de prédicas completa haciendo clic en este enlace: "Contacto visual" .
Acerca de este Plan
Necesitamos poner nuestros ojos en Jesús. No es negar la realidad, no es dejar de ver lo que pasa en nuestro entorno, es enfocarnos en lo único estable, es fijar nuestra atención en la única persona que puede sostenernos en la dificultad. Hagamos contacto visual con el autor de la vida y hallaremos esperanza.
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Nos gustaría agradecer a Jazôn por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.jazon.info