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¡Calma! No tengas miedo
Cada vez es más frecuente saber de personas que están sufriendo por estrés o ansiedad causados por ciertas circunstancias negativas que no pueden controlar. ¿Conoces a alguien que esté pasando por esto? ¿Quizás tú? Es posible que la sola idea de que, finalmente, suceda aquello que no deseas o temes, te angustie de tal manera que te provoque, entre otras cosas, taquicardia, sudoración y hasta dificultad para respirar. Puede que hayas enfrentado largas noches de insomnio o de llanto incontrolable. En fin, sientes que toda tu vida está afectada.
Cuando atravesamos por situaciones donde todavía no conocemos el desenlace, tenemos la tendencia de dar mil vueltas a nuestros pensamientos tratando de encontrar una respuesta o una salida y esto genera una tormenta mental y emocional desgastante, tan grande que no podemos ver la ayuda de Dios en medio de nuestras circunstancias.
Un relato en Mateo nos cuenta de cierta ocasión cuando los discípulos de Jesús estuvieron atrapados en medio de una tormenta hasta la madrugada. Seguramente estaban exhaustos, sin esperanza y lo último que imaginaron era que Jesús podría alcanzarlos, caminando sobre el agua. De hecho, estaban tan enfocados en la situación, que no pudieron reconocerlo, hasta que les dijo: “¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo”.
Los discípulos tenían miedo. Pedro tenía miedo. Es lo que provocan las situaciones difíciles. Puede que en este momento sientas que, pese a tus esfuerzos, no estás preparado para enfrentar este tipo de situaciones y no sepas bien cómo salir adelante. Deja que esas mismas palabras te traigan sosiego: “¡Calma! Soy yo. No tengas miedo”. Las dificultades no alejan al Señor de nosotros, sino que lo acercan aún más. El Señor oye a los que claman a Él por ayuda, su mano está extendida para sostener y rescatar al de corazón destrozado. En Jesús podemos hallar paz.
Sus palabras llevaron a Pedro a ir más allá, animándolo a salir de la barca y caminar sobre el agua. De los doce discípulos, once se quedaron en la embarcación, paralizados por el vaivén de unas aguas embravecidas y sólo uno experimentó el milagro de dominarlas y caminar sobre ellas sin sucumbir a su fuerza. A pesar de que la tormenta aún no había pasado, el enfoque de Pedro estaba ahora en Jesús. Las olas seguían siendo grandes y amenazantes, pero sus ojos estaban puestos en su Maestro, a quien conocía muy bien y, por tanto, sabía que podía confiar plenamente en Él.
Tú y yo también podemos caminar en medio de nuestras tormentas en vez de quedarnos arrinconados, esperando que las circunstancias a nuestro alrededor se calmen para intentar levantarnos nuevamente. La clave está en fijar nuestra mirada en Cristo y combatir todo pensamiento ansioso con una verdad bíblica que nos permita recordar que los propósitos divinos para nuestra vida son inquebrantables. En el evangelio de Juan, nuestro Señor nos dice que no nos desanimemos, pese a que en esta vida tendremos aflicción, pues Él ya venció. Por lo tanto, no hay nada que no podamos vencer porque Cristo es quien nos da las fuerzas y la sabiduría para salir adelante.
No tenemos por qué ahogarnos en medio de las tormentas que se nos presenten. Más bien, avancemos firmemente a través de cualquier adversidad, con la certeza de que nada puede anegarnos porque Él nos sostiene de la mano y al final, nos espera una recompensa: la corona de vida.
Acerca de este Plan
Necesitamos poner nuestros ojos en Jesús. No es negar la realidad, no es dejar de ver lo que pasa en nuestro entorno, es enfocarnos en lo único estable, es fijar nuestra atención en la única persona que puede sostenernos en la dificultad. Hagamos contacto visual con el autor de la vida y hallaremos esperanza.
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Nos gustaría agradecer a Jazôn por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.jazon.info