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DÍA 5 DE 7

¡Adiós súper estrella!

Diciembre del 2020 era un mes especialmente importante tanto para amantes como aficionados de la astronomía. Específicamente el 21 de ese mes, los planetas Júpiter y Saturno estarían tan cerca el uno del otro, desde nuestro punto de vista, que su conjunción daría la impresión de ser una súper estrella en el cielo. Había que alistar telescopios, larga vistas o por lo menos hacer campo en el horizonte para ver dicho evento a simple vista. 

Le estuve haciendo seguimiento al fenómeno los días anteriores, era hermoso, pero llegado el día en cuestión, un cúmulo de nubes densas taparon el espectáculo. ¡Me lo perdí! Lo más triste del asunto es que algo similar sólo volverá a ocurrir en el año 2080 y dudo ser tan longevo como para presenciarlo.

En este caso, mis ojos vieron algo absolutamente común que me privó de contemplar algo espectacular. Y si bien, no fue intencional, pues no se puede controlar el paso de las nubes, pensemos un momento en las veces en las que, intencionalmente, dejamos de lado aquello que merece toda nuestra atención, porque desviamos nuestro enfoque a algo pasajero o incluso banal. Lo hacemos todo el tiempo. Este mundo te seduce con destellos de cosas que aparentan ser maravillosas, pero que son tan efímeras como una estrella fugaz. Y, aun así, lo deslumbrante de este mundo le quita brillo e importancia a lo eterno.

Juan nos dice en su primera carta: “No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, (…) Pues el mundo sólo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada vivirá para siempre.”

El problema no está solamente en que las cosas que nos ofrece el sistema cultural en el que vivimos no provienen del Padre; el verdadero problema es que estas nos distraen de lo que sí proviene de Él. Al preocuparnos por tener más, por conocer más, por experimentar más, por saber más, por llegar a ser alguien, distraemos nuestra mirada de Jesús. Miramos la barca, prestamos atención a las olas e intentamos contemplar el horizonte, pero olvidamos que el Maestro está dentro.

Sin embargo, cuando ponemos los ojos en Jesús, no solamente nos encontramos con esa mirada que da paz y transforma, sino que además entendemos el verdadero sentido de nuestro paso por esta tierra de peregrinaje. “»Vendan sus posesiones y den a los que pasan necesidad. ¡Eso almacenará tesoros para ustedes en el cielo! Y las bolsas celestiales nunca se ponen viejas ni se agujerean. El tesoro de ustedes estará seguro; ningún ladrón podrá robarlo y ninguna polilla, destruirlo.”, Jesús nos anima con estas palabras que nos garantizan la existencia de un tesoro, uno verdadero, uno en el que vale la pena invertir desde hoy.

Cada que fijamos nuestra mirada en Jesús, hacemos un depósito eterno. A partir de esta verdad bíblica es fácil entender que en lugar de distraernos y desperdiciar nuestra vida y energía en lo pasajero, debemos esforzarnos por invertir en nuestra eternidad. Ahora bien, entender este principio puede ser fácil, lo complicado es ponerlo en práctica. ¿Podemos hacerlo?


Día 4Día 6

Acerca de este Plan

Contacto Visual

Necesitamos poner nuestros ojos en Jesús. No es negar la realidad, no es dejar de ver lo que pasa en nuestro entorno, es enfocarnos en lo único estable, es fijar nuestra atención en la única persona que puede sostenernos en la dificultad. Hagamos contacto visual con el autor de la vida y hallaremos esperanza.

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Nos gustaría agradecer a Jazôn por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.jazon.info