[Grandes Versos] El increíble trabajo del Espíritu en tiMuestra

Matando obras pecaminosas

«Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis».

«Haz morir las obras de la carne». Hay un término teológico para esto: Mortificación. La mortificación es importante. ¿Qué es? Estamos familiarizados con palabras como funeraria, mortuoria y mortalidad. Están involucradas con la muerte. La mortificación es matar a las obras pecaminosas. Significa dar muerte a las malas obras del cuerpo (ojos, lengua, manos, pies, orejas, etc.) que sirven al pecado y no a Cristo.

La mortificación no es masoquismo, que es infligir dolor a uno mismo. La mortificación no es ascetismo, lo que significa negarse placeres físicos. La mortificación es rechazar al pecado. De hecho, el único término lo suficientemente fuerte como para describir esto es la mortificación: dar muerte al pecado. ¡Matarlo!

John Stott comentó: «Hay una especie de vida que conduce a la muerte y hay una especie de muerte que conduce a la vida». La mortificación del pecado lleva a la vida.

Algunos ejemplos de pecados a los que debemos dar muerte son: crueldad al hablar, mentira, chisme, lujuria, egocentrismo, pereza, sobrealimentarse, borracheras, pérdida de nuestro temperamento, pecado sexual, pornografía, manejar sin temor, robo, adicciones y más.

Las obras del cuerpo. ¡Mátalas!

Pero no puedo, dices. Así es. Tú no puedes. Es por eso que Dios dice: «Por el Espíritu haz morir las obras de la carne».

Señor, no puedo detener este pecado, pero tú puedes. Por favor, hazlo.