Antiguo Testamento con Fermín IVMuestra

Las quejas pueden ser contagiosas. El pueblo entero se queja con Moises, se queja porque no tiene lo que tenía en Egipto y porque comen Maná. Extrañan las cosas que tenían en el pasado. Pero también se quejan cuando hay bendición y dos hombres están profetizando en medio del campamento. 

Y es que la queja comienza a cegarte. Pareciera que han olvidado su tiempo de esclavitud en Egipto. Querían lo que tenían en el pasado pero olvidaron que ese tiempo fue de dolor y sufrimiento. Pareciera que han olvidado el milagro de la provisión diaria y constante de Dios: sin faltar Maná, además de su sabor y todas las posibilidades que había de prepararlo. Pareciera, incluso, que las bendiciones no les agradan. Ellos piensan que no deberían dos hombres llenos del espíritu de Dios profetizar entre ellos. 

La reacción de Moisés es un ejemplo para nosotros porque lo que hace es orar a Dios. Nos enseña a venir ante Él y orar. Cometemos el error de combatir las quejas con pleitos, subiendo la voz, devolviendo la queja, culpando a otros. Y él sabe, si todos tuvieran el espíritu de Dios no habría quejas.

No sólo había quejas, también había murmuraciones en contra de Moisés. Al cual, Dios defendió. 

Al final nos damos cuenta que sí, las quejas y las murmuraciones son contagiosas. Y éstas terminan tapando nuestros ojos, no dejándonos ver la realidad de Dios en nuestras vidas. Cuando se requiere fe y confianza en Dios, la queja pudiera parecer más adecuada, porque nos guiamos por nuestra carne.

Es tiempo de confiar en Dios. 

El ejemplo de Moisés es muy importante. Él no se defiende, él está confiando en Dios. Es Dios quien castiga, quien trae consecuencias sobre aquellos que se quejan y murmuran. El papel de Moisés es orar. Confiar en Dios.