Antiguo Testamento con Fermín IVMuestra

Cuántos detalles da Dios acerca de las vestiduras que tienen que usar los sacerdotes; primero Aarón, y sus hijos después de él. Da muchos detalles en el tipo de tela, las hombreras, el efod, las piedras, los colores, los hilos a usar. Pareciera que a Dios no se le escapa ningún detalle y cada uno de ellos es importante.

Pero destaca algo en medio de todo este relato; lo que Aarón, el sacerdote, está poniendo en su ropa no son sólo piedras sino un memorial. En el momento en que él entre a la presencia de Dios, estará llevando consigo a sus hermanos; a cada tribu de Israel, en sus hombros y en su corazón.

Cada detalle de nuestra vida le interesa a Dios. En ese tiempo solo el sacerdote podía entrar a la presencia de Dios; el día de hoy nosotros tenemos acceso a su presencia para recibir ayuda para el oportuno socorro. De hecho, Dios nos invita a acercarnos confiadamente.

En el Nuevo Testamento, la obra de Cristo en la cruz ha hecho que nosotros seamos sacerdotes delante de Dios. Y al acercarnos a Él en oración, ¿por qué no llevar sobre nuestros hombros y sobre nuestro corazón a aquellos que amamos? Ya sea nuestra esposa o esposo, nuestros hijos e hijas, nuestra familia, llevemos sus cargas con nosotros; que les amemos tanto que los llevemos a la presencia de Dios.

El resto de la lectura destaca la consagración de Aarón y de sus hijos. Ellos tendrán una función desde ese día en adelante; necesitaban vivir vidas santas delante de Dios.

Lo mismo sucede con nosotros. Él nos ha hecho santos; vivamos vidas santas delante de Él, vidas consagradas para Él. Que nuestra vida muestre que le pertenecemos.