Antiguo Testamento con Fermín IVMuestra

En la lectura de hoy se encuentra uno de los pasajes más importantes para entender el plan de redención. Dios rescata a su pueblo de la esclavitud a través de un sacrificio que se convierte en una imagen de lo que Jesús vendría a hacer por nosotros.

A través de estas últimas plagas, Dios vuelve a decirle a Moisés la razón de todo esto. No sólo ellos y los egipcios se darían cuenta de lo grande y poderoso que es Dios; el día de hoy también nosotros nos damos cuenta de quién es Dios: un Dios que ama a su pueblo, que ama la justicia y que está listo para rescatar.

¿Apoco no te sorprende la actitud de Faraón? Se arrepiente; pide perdón; pide oración; pero en cuanto la prueba termina vuelve a lo mismo, a rechazar a Dios y no dejar salir a Su pueblo.

¿No será que vemos nuestras vidas en él? ¿Cuántas veces nosotros hacemos lo mismo? Son las pruebas las que nos acercan a Dios; oramos, pedimos perdón, hacemos promesas, y en el momento en que todo vuelve a a realidad, seguimos igual, rebeldes y rechazando a Dios. Lo interesante es que Dios puede rescatarnos, como lo hizo con su pueblo.

La última plaga llena de dolor a los egipcios, la muerte de todo primogénito afectó no sólo a la familia de Faraón sino a toda familia en Egipto. ¡Qué terrible que nuestra obstinación pueda afectar no sólo nuestra vida sino también la de los que más amamos!

El Pueblo de Israel es librado, ¿cómo? A través de la muerte de un sustituto. Ese cordero sin defecto toma el lugar de todo primogénito de Israel; su sangre en la puerta libra cada casa, cada hogar. Así nuestro Señor Jesus. Se le presenta como el cordero de Dios, aquel que vino a tomar nuestro lugar pagando nuestro rescate con su propia sangre; entregando su vida por la nuestra. Algo digno de recordar