Los espacios del almaMuestra

¿Qué haces aquí?

Las experiencias de otras personas pueden ser de gran enseñanza para nosotros. Tomemos, por ejemplo, una de las más significativas experiencias que tuvo el profeta Elías. Hubo un momento en su vida, en el que las circunstancias eran tan fuertes y difíciles, que su alma se rindió al miedo y a la desconfianza. Él estaba en un espacio demasiado oscuro que le hizo perder contacto con el Dios que le escogió. El Señor le había dado una gran victoria ante los profetas de Baal. Había salido triunfador porque Dios le respaldó con una grandiosa manifestación de su poder. Sin embargo, una vez se vio en peligro por las amenazas de una mala mujer y se fue al desierto, temeroso y asustado, a tal grado que deseó morir. 

Ayer, hablábamos acerca de los espacios que no son beneficiosos para nuestras vidas, y podemos ver, por la experiencia de Elías, que otras consecuencias de dejar nuestra alma vagar por esos espacios oscuros son que se nos dificulta nuestra capacidad de razonar, se nos nubla la fe y se va acabando, poco a poco, nuestra confianza. Por eso sentimos que algo se desmorona. Eso le sucedió a Elías.

Dios, entonces, se mostró a él, pero escogió mostrarse en la calma, en la quietud, en el silbido apacible. Dios sabe que solo en ese espacio de sosiego podemos verle y descansar. Esa escena debe haber sido hermosa y, a la vez, extraordinaria. Dios le habló a Elías y le dijo que saliera y se pusiese delante de Él. Entonces, hubo un gran y poderoso viento, pero no estaba Dios. Luego ocurrió un terremoto, pero tampoco allí estaba Dios. Elías vio fuego y, como en todas las veces anteriores, tampoco allí estaba Dios. Luego de todas esas manifestaciones, hubo un silbo apacible y delicado, es decir, una brisa suave. Y, ¿qué creen? Allí sí estaba el Señor. Entonces, vino esa gran pregunta que se extiende a través de todos los tiempos. ¿Qué haces aquí, Elías? 

“¿Qué haces aquí?” Pensemos que Dios nos hace esa pregunta a nosotros. Por un momento, piensa que Dios se está dirigiendo a ti. ¿Cuál es ese lugar en que te encuentras? ¿Es un lugar donde puedes ver a Dios? ¿desde donde puedes conocerle? ¿Qué haces en ese espacio de duda, de desconfianza, de turbación? Allí, es muy difícil conocerle, porque para verle y escucharle necesitamos estar en espacios de quietud. El Señor nos ayude a estar en ese espacio de fe que nos permite reposar en Él, creyendo que, aunque no lo veamos, Él está obrando.