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Imitadores de Jesús

Moisés fue escogido por Dios para libertar a su pueblo de la esclavitud que estaba viviendo en Egipto, pero este pueblo hacía que Moisés se molestara porque pecaba y dejaba de hacer lo que ya Dios le había dicho qué debía hacer. El pueblo murmuraba, se oponía a Moisés, pero él siempre se mostró compasivo. Aun cuando Dios decidió acabar con el pueblo, él intercedió para que Dios no lo hiciera, mostró un carácter benigno a pesar de las circunstancias que provocaban su enojo y  pudo controlarlo al ir ante la presencia de Dios siempre que sucedía algo así. Este líder fue tan manso que incluso la Biblia recalca que lo fue más que todos los habitantes de la tierra en aquel tiempo (Nm. 12:3).

El ser mansos es sinónimo de ser humildes; el término no se refiere a debilidad, cobardía o falta de valor, sino más bien a ser dócil y tener la capacidad de controlar el carácter. Es enfrentarnos a situaciones difíciles actuando con serenidad y perdonar fácilmente las ofensas. Jesús nos anima a que seamos como Él, que es manso y humilde de corazón (Mt. 11:28–29). Cuando Él tenía que poner las cosas en su lugar y confrontar a los fariseos, incluso volcar las mesas en el templo, no fue cobarde ni débil, pero aun así fue manso y humilde.

Cuando somos mansos podemos depositar nuestra confianza en Dios, dejando en sus manos todos nuestros problemas, nuestros planes, nuestro trabajo, incluso, nuestras relaciones, y todo esto trae una recompensa consigo. 

Así como Jesús fue manso y humilde y heredó todas las cosas, nosotros como hijos de Dios venimos a ser participantes de esta herencia (Ro. 8:17). En Salmos 37:11 se nos dice que los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz, ¿no es bonito?

Pide hoy a Dios ser manso, porque esta es una cualidad que todo Vencedor debe tener. ¡Hasta mañana!

Sarah Yuritza - @justsarah1