Aprendamos de las sombrasMuestra

No debemos dejarnos llevar por la mayoría 

El que exista una gran mayoría que no entienda las verdades espirituales no quiere decir que tengan razón. El que existan grandes religiones llenas de personas no quiere decir que están acertados en su fe. El número de personas no determina la veracidad en lo espiritual. El que la mayoría no enseñe las verdades de Cristo, su reino, la gracia y el nuevo pacto, no quiere decir que tenga la razón. 

Si alguna vez en tu mente natural sentiste que eres extraño o que algo puede estar mal porque la mayoría de las personas vive en otra frecuencia o de otra manera, tienes que entender que no vives por lo que dictamina, piensa o acepta la mayoría, sino por la dirección y guía del Espíritu Santo. 

Vemos que, en la mayoría del tiempo, en la mayoría de la historia, en la mayoría de las personas, en la mayoría de los casos, en la mayoría de las cosas, en la mayoría de las verdades, ¡la mayoría está mal! El filósofo Gerard Cadin dijo: «La mayoría mayormente está errada en la mayoría de las verdades mayores que son las de mayor valor». 

La multitud que salió de Egipto tenía un llamado a una herencia de una tierra prometida, pero la mayoría nunca la vio, entendió ni poseyó. Tenían una promesa de una tierra de abundancia, pero la mayoría solo vio una tierra desértica. Poseían la presencia de Dios y la mayoría no la valoró. Tenían la roca de la cual bebían, pero la mayoría nunca discernió lo que Pablo dijo en 1 de Corintios 10:4: «y la roca era Cristo». Tenían el pan que descendía del cielo y la mayoría no lo apreció. 

Pablo dice en 1 Corintios 10:5: «Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto». La mayoría murió en tierra árida y desértica, olvidados por la historia, sin logros, objetivos, visión o futuras generaciones que recordaran sus vidas, porque terminaron sepultados donde nadie supo. No quedó ni un rastro de ellos porque ni siquiera habían edificadas tumbas para visitarlos en el futuro. La mayoría murió sin dejar rastro. 

Dejaron hijos, pero no fueron influenciados por ellos porque todos los días veían que hacían lo mismo, comer aburridos el mismo pan, rituales, fiestas, contar la historia, dormir sin sentido, vestir y caminar.