[Serie La manifestación de Cristo en nosotros] Parte 1Muestra

Cumplimiento de las promesas

Cuando alguien quiere que las promesas se cumplan dentro de sus fuerzas, llega un momento en el que esa persona se da por vencida y acepta o piensa que las cosas nunca van a cambiar. En ese estado de frustración, es más fácil producir en nosotros la vida de Cristo, sin el esfuerzo personal, porque es entonces cuando sabemos que solamente Dios lo puede hacer. Sin seguir esperando que aparezcan «Agares» que puedan producir a ese hijo esperado, la vida de Cristo.

Abraham y Sara intentaron que lo que Dios prometió se cumpliera, pero era a la manera de Dios sin la mano del hombre. Seguramente varios han intentado cosas, dinámicas, rituales para que se manifieste la vida de Cristo en su vida, pero han pasado los años y no han visto nada de lo que esperaban. Entonces dicen: «hasta aquí llegué, este es el límite al que yo llego, hasta aquí he llegado en mi desarrollo en la vida y no hay más».

Tenemos muy buenas noticias, ¿cómo se puede producir esa promesa? ¿Cómo diseñó Dios que se produjera esa promesa? Es muy sencillo, es simplemente permitir que lo que ya tienes en ti se manifieste. ¿Qué tienes? ¿Qué es lo que ya posees? La mente de Cristo.

Tenemos la mente de Cristo, pero esa mente de Cristo no está en tu cabeza, radica en el espíritu. No procede del cerebro, procede del espíritu. En tu espíritu hay una mente diferente a tu mente natural, dentro de ti en tu hombre interior, en tu vida espiritual hay una mente que es completamente diferente a tu mente natural, muchas veces opuestas. Todos los hombres tienen una mente natural, pero no todos los hombres tienen la mente de Cristo, la tienen solamente aquellos que son hijos de Dios. 

Entonces los hijos tenemos aparte de la mente natural una mente espiritual que es la mente de Cristo. La mente natural es parte de nuestra alma que está en proceso de transformación. Esa es la mente que tiene que ser renovada. En cambio, la mente espiritual está completa, radica en tu espíritu, es perfecta, no necesita una transformación. La mente natural está siempre en proceso de aprender, la otra mente, la de Cristo en ti, sabe absolutamente todo, todo conocimiento, toda ciencia y toda sabiduría está dentro de ti.