[El propósito eterno] Manifestación del propósito eternoMuestra

El propósito que cautivó a Pablo

Los ministros e hijos de Dios no están de pie hoy porque todo ha salido bien, porque cada plan les ha resultado, sino porque a aquellos a quien Dios llama conforme a su propósito todas las cosas obran para su bien y, aquello que pudo haber sido su muerte, se ha convertido en la plataforma de su conexión.

A Pablo lo cautivó el propósito, se hizo prisionero de Jesucristo, por eso cuando leemos a Pablo, leemos a un hombre que no hacía cosas para agradar a los hombres, tampoco lo hacía para ganarse el favor de Dios o para satisfacer una necesidad psicológica, sino porque fue sobrecogido por la magnitud de la revelación de este misterio y la revelación del propósito. Cuando leemos a Pablo, notamos que todo lo que escribió, la forma en que exhortaba a las iglesias, la forma en que apelaba a cada uno y en cada congregación, fue desde este conocimiento. 

Pablo no trataba de ser el apóstol más reconocido, tampoco de tener la iglesia más numerosa, mucho menos de ser la red más grande. Lo que Pablo quería era presentar a cada hombre perfecto en Cristo, no para que le dieran un certificado, sino para que pudiera cumplir como un fiel administrador aquello por lo cual Dios lo había llamado en su vida. Pablo dice que la magnitud de esta revelación y manifestación del misterio fue lo que inició, lo que motivó todas y cada una de las gestiones que vemos en las cartas apostólicas. 

Este propósito es definido, es positivo. Pablo utiliza tres palabras que están en la carta a los Efesios. La primera palabra que utiliza para enfatizar las implicaciones de este misterio es su «voluntad». Esta voluntad no es algo efímero, no es algo sensorial, no es que se sintió hoy y mañana se dejó de sentir: es objetiva, tangible, concreta. 

Efesios 1:5 y el versículo 9, también indican lo que esta voluntad representaba en el eterno propósito. Nos dio a conocer el misterio de su voluntad «según su beneplácito», el cual se había propuesto en sí mismo darnos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el que regula las acciones. Lo que regula todo lo que Dios hizo es: «según el designio de su voluntad». Esta voluntad de Dios, como la escribe Pablo, es el factor gobernante en la realización del propósito. Dios se había propuesto algo que haría, que nadie lo podría detener, que ningún accidente lo podría cambiar, que ninguna interrupción podría alterar.