Sanidad aún con síntomas

Cuando entendí que era sana, aún mi cuerpo tenía dolor y los exámenes de sangre seguían iguales. Para los médicos, aún estaba en riesgo, pero yo comprendí y recibí mi sanidad. ¿Cómo sucedió?

Yo ya había leído varios versículos a lo largo de la biblia que hablaban del poder sanador de Dios, decía que en la cruz “HABÍA” sido sana en tiempo pasado, no decía “SERÁS” sana. Isaías 53:5  y aunque yo sentía otra cosa, según Dios, mi sanidad había sido dada con la muerte de Jesús 2.000 años antes.

¿Por qué sentía dolor entonces? ¿Acaso la biblia estaba fallando?

Una noche, en la que el cuerpo me titilaba del dolor, en donde respirar costaba y no podía conciliar el sueño, le dije a Dios ¿Por qué me siento aun así si la biblia dice que soy sana? ¿Qué hay de malo en mí?

¿Te ha pasado? ¿Te has sentido así?

¿Qué podemos hacer?

Levanté mi frente y encontré dos libros frente a mí, uno, tenía todos los exámenes, biopsias, imágenes y reportes de los médicos sobre la enfermedad. El otro, era la biblia abierta en Isaías 53:5

Y sentí una voz en mi corazón que dijo: Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal (Deuteronomio 30:15); ¿Conforme a cuál decides vivir y a qué decides creer?

Ambos libros tenían una verdad y yo debía elegir a cual creer, la biblia hablaba de vida y el diagnóstico, expresaba la muerte y el dolor en mi organismo, aquel al que yo creyera, eso experimentaría, pues la fe parte del creer. Yo estaba viendo los síntomas por encima de lo que Dios ya había dicho y el dolor que sentía, no desestimaba el poder de Dios o su verdad sobre mi vida, estaba en la buena batalla de la fe. ¡Gloria a Dios! No era un problema de la verdad, Dios no cambiaba, solo era parte del proceso.

Repite conmigo esta oración basada en Hebreos 11:1

Padre, contesta a mis oraciones, pues tu amor es inagotable y maravilloso, ese amor cuida de mi (Salmo 70:16) Vengo delante de ti, orando para que pongas revelación sobre mi mente y corazón y experimente el poder de tu amor (efesios 3:18), ayúdame a comprender todas las bendiciones que ya me fueron dadas gracias al sacrificio de mi Jesús (Efesios 1:3) incluyendo la sanidad física, la cual fue dada para mi cuerpo hace más de dos mil años. Yo entiendo que la fe pone los ojos en lo que no se ve, tengo la convicción en la obra de Jesús, decido creer que mi sanidad, ya fue dada y que aunque experimente síntomas o esté aún en tratamiento, en mi sangre corre la sangre de Jesús, en mis labios hablaré de su poder y mi cuerpo, será regenerado puesto que las arras del espíritu santo, lo vivifica día tras día, para ser un testimonio y mensaje viviente de tu amor. Yo elijo la vida, yo elijo la paz, elijo el gobierno de Jesús en mi espíritu, alma y cuerpo, amén.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Hebreos 11:1