Recibiendo sanidad física

El tratamiento que me habían dicho que debía hacer, podía incluir trasplante de hígado, medicina de por vida, dieta estricta, los doctores dijeron que no podía ser mamá y visualizar, una vida sin los controles médicos, era imposible. Puesto que tenía que ir cada mes.

Sin embargo, tras pocos meses de comenzar toda esta odisea, mi cuerpo fue sorprendiendo a todos. Al principio, la medicina funcionó más rápido, luego vimos que mi hígado se fue regenerando (al punto en el que hoy en día no hay muestras físicas de la enfermedad, toda cicatriz se borró por completo)

¿Cómo fue posible? ¿Era esto solo para mí? ¿Por qué había recibido esta sanidad? ¿Acaso era la cantidad de gente que había orado por mí? ¿O era algo que iba más allá de cualquier acción de otro o de mi misma?

A los dos años de mi proceso, escuché de un joven de la iglesia que estaba muy grave en el hospital, una bacteria se le había subido a la cabeza y le había llenado su cerebro de larvas que amenazaban gravemente su vida.

Yo fui a visitarlo, a orar por él y a acompañarlo, sentía en mi corazón que quería ser una voz de esperanza para él.

Antes de ir, le pregunté a Dios ¿Es tu voluntad sanarlo Señor? ¿Tú quieres sanarlo? ¿Será que tu amor lo quiere alcanzar a Él también?

¿Te has preguntado alguna vez si la sanidad es para ti? ¿Si es posible que Dios quiera sanarte?

¿Qué podemos hacer?

Un hombre leproso se preguntó lo mismo antes de conocer a Jesús, en Mateo 8, podemos ver cómo se acercó temeroso preguntando si podría recibir ese amor de Jesús ¿Sabes qué dijo el Señor? Si quiero, lo tocó y dijo ¡Queda sano!

¡Qué maravilloso amor de Dios! Él no cambia, no juega a la ruleta para ver si hoy quiere sanarte y mañana no, si solo unos pueden ser sanados y otros no. Su voluntad es buena, agradable y perfecta, de hecho, es tanto así, que como muestra de su amor por nuestra humanidad, de su entendimiento sobre todo diagnóstico o enfermedad, él se hizo humano, sufrió nuestros dolores y en la cruz cargó cada posible virus, bacteria, cáncer, dolor, vicio, pecado, enfermedad… que pudiéramos tener.

Si te lo preguntas, el joven del hospital salió a los dos meses caminando del lugar, todas las muestras que dieron positivas, cuando realizaron la cirugía en su cabeza, quedaron desestimadas pues no había más larvas, ¡Jesús lo había sanado! ¡Aleluya!

Repite conmigo esta oración basada en Isaías 53:5 

Gracias Padre por tu amor manifestado en Jesús, gracias por que la medicina para todo dolor en esta tierra vino a través de su sacrificio, gracias porque Él fue molido por toda rebelión de mi corazón, molido por todos mis pecados, gracias porque hoy puedo experimentar paz en mi corazón, mente y cuerpo por medio de su sacrificio en la cruz, gracias mi Padre porque a través de la llaga de Jesús, mi cuerpo recibió sanidad y hoy la experimento cada día más.

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Isaías 53:5 Reina-Valera 1960 

2 De repente, un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio. 3 Jesús extendió la mano y lo tocó. —Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció. Mateo 8: 2-3