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El discipulado es un compromiso radical (parte I)

DÍA 5 DE 6

Discipulado sin pretexto alguno

Los relatos evangélicos enseñan, claramente, que no hay pretexto alguno que pueda esgrimirse con legitimidad ante la llamada apremiante de Jesús a seguirlo. Es preciso tener la capacidad de venderlo todo para así comprar el tesoro escondido o la perla preciosa.

Quien ha sido llamado debe abandonar todo lo que tiene, así que, todo aquel que es llamado por Cristo, debe salir de la existencia que ha llevado hasta ahora, tiene que «existir», o sea, dejar de ser, en el sentido más estricto de la palabra. Lo antiguo queda atrás, completamente abandonado. 

El discípulo es arrancado de la seguridad relativa de la vida y lanzado a la inseguridad total, es decir, realmente, a la seguridad y salvaguarda absolutas en la intimidad con Jesús. Es arrancado del dominio de lo previsible y calculable y lanzado al de lo totalmente imprevisible, al simple destino, realmente al dominio de lo único necesario y calculable. Es arrancado del dominio de las posibilidades finitas y lanzado al de las posibilidades infinitas que, en realidad, constituyen la única realidad liberadora.

El llamado de Cristo no admite que cualquier cosa se interponga, bajo ningún pretexto, entre Jesús y quien ha sido llamado, ni siquiera lo más grande y santo, ni siquiera la ley. Sin esa actitud de abandonar lo que sea preciso, no hay conversión verdadera; sin esa mística de radicalidad, no puede hablarse de verdaderos seguidores de Jesús.

La radicalidad de la llamada y la incondicionalidad de la entrega se explican desde la dimensión escatológica del Reino, que irrumpe como don y que no consiente disculpa ni demora alguna. Se entiende que Jesús, desde su relación enteramente singular con el Dios de ese Reino, que llega como salvación para los pobres y pecadores, desde su condición de heraldo o profeta escatológico de tal Reino, exija con su llamada «quemar las naves para ponerse a su servicio» para ver con hondura el fundamento de la radicalidad de Jesús y la seriedad de la idea que Dios, el Padre, tiene en su vida, como consecuencia, una absoluta radicalidad. 

El Dios que para Jesús no está físicamente presente, ni en visiones, ni en voces, es capaz de poner en cuestión todo lo presente en el mundo: todo es llevado a la vista de Su tribunal. La manera en que Jesús lo hace, a partir de su certeza de Dios, es estremecedora. Quien tenga el valor de leerlo en los Evangelios y, luego, guardar tranquila disposición, satisfecho de su existencia intrascendente, instalado dentro de su logro temporal, está ciego. 

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Acerca de este Plan

El discipulado es un compromiso radical (parte I)

Al admitir que seguir a Jesús con su radicalidad y universalidad como fórmula breve del reino, ¿no convertimos la vivencia en Cristo en algo exclusivo para minorías heroicas? ¿No vinculamos la fe en Cristo a un altruismo ético, idealista e impracticable para la mayor parte de los seres humanos? ¿No convertimos el evangelio del reino en una utopía rechazable por excesiva? En este Plan devocional, hablaremos de este apasionante tema.

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Nos gustaría agradecer a la American Bible Society / El Centro Network por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: http://www.americanbible.org