[Serie Máximo Gozo] Ama a tu hermano y reconoce tus verdaderos enemigosMuestra

Nuestro segundo real enemigo: el Diablo

El foco de nuestra atención a lo largo de esta serie de devocionales ha sido nuestra intimidad con Dios. Hemos cubierto las tres barreras que se interponen en nuestro camino: el pecado (1: 5–2: 2), el odio contra nuestros hermanos y hermanas (2: 3–11) y nuestros enemigos: el mundo (2: 15–17) y el diablo (2: 18-27).

Como hemos visto a través de la tentación de Jesús, el trabajo principal del Diablo es atacar la Palabra de Dios. Por lo tanto, la enseñanza errónea es la herramienta que usa para guiar a las personas hacia el error y la destrucción espiritual. Para hacer esto, el diablo usa falsos maestros, personas que niegan al Hijo y al Padre, que dicen que Jesús no es el Cristo, el Mesías. Esta es la prueba del detector de mentiras dada por Juan. La falsa doctrina puede alejar a un cristiano de la comunión.

Por esta razón, Juan nos dice que debemos cumplir con lo que hemos escuchado desde el principio: Cristo es el Hijo de Dios que vino del cielo para salvar al mundo del pecado. Volvamos a nuestras raíces, el evangelio de Jesucristo. Las promesas del evangelio no cambian. Dios no cambia. Jesús es el Mesías, Él es el Hijo de Dios. Jesús vino del Padre. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). ¿Qué nos prometió Jesús? ¿Qué tenemos gracias al precio que pagó en la cruz por nosotros? Vida eterna (2:25). Recuerda que el diablo es un mentiroso y un ladrón. No le dejes mentirte ni robarte, no creas sus mentiras, no le permitas que te robe la seguridad de la salvación que tienes en Jesús.

El aprendizaje correcto es fundamental. La enseñanza errónea sobre el Padre y el Hijo es uno de los grandes enemigos de la comunión cristiana que enfrentamos en este mundo. Afortunadamente, el Espíritu Santo nos ha dado la unción para protegernos de estas falsas enseñanzas. Esta unción ciertamente se otorga a los líderes de la iglesia, a todos los creyentes, para que puedan reconocer la señal de los falsos maestros. Esa señal es una negación de la igualdad del Padre y de Su Hijo Jesucristo y de la misión mesiánica del Hijo.

El evangelio nos da la garantía de que un día, cuando Jesús regrese, estaremos ante Él con confianza y sin vergüenza. ¿Por qué? Porque moramos en Él. La naturaleza justa de Jesús se está manifestando a través de nosotros y en nosotros. Todos pueden ver el fruto de nuestra permanencia; nosotros nacemos de Él. ¡Por esta razón somos llamados hijos de Dios! Y, como Sus hijos, esta nueva naturaleza es la única naturaleza que manifestaremos.

Un día, se llevará a cabo la etapa final de la santificación del creyente, la glorificación. Seremos como Él. Pero, no tenemos que esperar hasta que Él venga para ser transformados. A medida que anticipamos su venida y manifestación futuras, tenemos una esperanza purificadora (3:3) que nos ayuda a desear ser como Él ahora.

Estemos alineados con la verdad del evangelio. Somos hijos de Dios, hemos sido salvados de la condenación eterna y tenemos la promesa de la vida eterna a causa del sacrificio de Jesús en la cruz. Como hijos de Dios, hablamos su lenguaje de amor, guardamos sus mandamientos. Amamos a nuestros hermanos y hermanas y entendemos que tenemos dos enemigos, el mundo y el Diablo. Sabemos que tenemos victoria sobre ellos al amar a Dios primero, al permanecer en la Palabra de Dios y al hacer la voluntad de Dios. ¡Así es como podemos experimentar gozo al máximo!

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