Superando al monstruo del dolorMuestra
No estás solo
Dios nos creó a cada uno de nosotros con la capacidad de desarrollar relaciones profundas y amorosas con Él y con los demás. Esas conexiones especiales son las que hacen que la vida tenga sentido y sea satisfactoria. Pero cuando las relaciones se rompen por la muerte, el divorcio, la traición u otras circunstancias traumáticas, el dolor y la pérdida que sentimos pueden parecer insoportables. Ese sentimiento es la pena: es real y duele.
En tu situación, Dios puede parecer silencioso, incluso distante. Pero en realidad Él está ahí contigo, obrando para conducirte a través de las difíciles pero necesarias etapas del proceso de duelo.
Puede ser útil entender que Jesús sintió personalmente el mismo dolor que tú estás experimentando ahora. Dios puede llevarte a través de situaciones a las que crees que no sobrevivirás, o en las que sientes que estarás atrapado para siempre. Él puede hacerte sentir cómodo en los lugares más incómodos y darte paz en medio del trauma.
Mientras tratas de lidiar con tu dolor, recuerda estas verdades: El consuelo de Dios es real. El Espíritu Santo, el Consolador, vive en ti. Además, la Palabra de Dios es una fuente esencial de consuelo para nosotros cuando atravesamos tiempos difíciles. Por último, el lenguaje del mundo espiritual es la oración. Y como el mundo espiritual es la fuente de nuestro poder, victoria, paz, alegría y todo lo que necesitamos, es esencial que aprendamos a hablarlo.
Analizaremos esto con más detalle en otro día, pero vale la pena señalar desde el principio que no hay refugio más seguro que una familia cariñosa y solidaria. El dolor nos tienta a alejar a los demás y a rechazar sus ofertas de simpatía y ayuda. No dejes que el orgullo o las diferencias del pasado te roben este apoyo. Los amigos y los miembros de la iglesia también pueden ser un consuelo: saber que los demás comprenden, aunque sea parcialmente, lo que estás experimentando puede ser como un bálsamo para tus heridas.
Escrituras
Acerca de este Plan
El dolor es real, y duele. No es algo que puedas ignorar, enterrar bajo las demandas de la vida cotidiana o desear alejarte de la noche a la mañana. Tienes que trabajar para superarlo. Ten la seguridad de que puedes superar tu dolor. Dios no espera que lo hagas solo, Él promete estar contigo en cada paso del camino.
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