Preparando nuestros corazones para la Pascua: un devocional de CuaresmaMuestra

"Día 19: El Siervo de Israel"

¿Cómo sabemos que Dios es bueno? Isaías 49 comienza como una carta enviada a las naciones (v. 1: "costas lejanas … y naciones distantes"), pero esto está siendo leído y escuchado por el pueblo de Israel. Por lo tanto, el escritor está esencialmente hablando al mundo. Los Judíos habían sido llevados al exilio y anhelaban volver y se preguntaban de dónde vendría la salvación. Isaías afirma que "el siervo" (v. 3), que ha sido preparado para esta hora, será el que traerá al pueblo de vuelta, pero la forma no sería tal vez a través de la fuerza, sino del poder de su boca (v. 2). Es decir, lo que dice y hace traerá la salvación verdadera, no sólo la liberación física.

El giro aparece en el hecho de que este misterioso siervo es llamado Israel (v. 3) y a pesar de ser una persona, es la ideal ya que encarna todas las características que la nación de Israel debería haber tenido. En este texto necesitamos recordar que la nación de Israel estaba destinada a ser una bendición para todas las naciones (Génesis 12), lo que nunca se cumplió. ¿Quién lo hará? Este hombre tendría que ser perfecto para ser la versión ideal de Israel y salvar no sólo a los judíos para que Dios sea realmente glorificado (v. 3), también tendrìa que ser "una luz para todas las naciones" (v . 6).

Sabemos que Dios es bueno porque vio a Su propio pueblo rebelde y al resto del mundo y los trajo a una relación con Èl (v. 5). ¿Cómo? Nuestra interpretación dice en el v. 6, "que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra," pero la gramática hebrea dice más claramente: "para llevar mi salvación hasta los confines de la tierra". Jesús como el siervo no sòlo significa salvación de Dios sino que él mismo es la salvación a través de su vida y su muerte.

Oración

Señor Jesús, Siervo Sufriente y Redentor, que nos ha devuelto la relación Contigo siendo nuestra salvación, comprándonos con Tu vida, nos rescataste de una muerte segura. Danos corazones sensibles, animados por las verdades de Tu bondad que se encuentran en la certeza de Tu amor por nosotros a través de Tu muerte y resurrección. En el nombre de Cristo, amén.

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