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El enojo es una emoción en la que se nos permite involucrarnos porque, en sí misma, no es un pecado. Dios no tiene pecado, y aun así la Biblia nos dice que Él responde con ira a ciertas situaciones o ciertas decisiones que las personas toman. Sin embargo, Él exhibe su enojo de manera muy diferente a cómo lo hacemos los seres humanos, a pesar de que fuimos creados a Su propia imagen. La ira De Dios siempre es productiva, mientras que nuestra ira, influenciada por la caída de la naturaleza humana, es frecuentemente destructiva.

Los cristianos desfortunadamente le han permitido a la iraconvertirse en una palabra “dura”. Incorrectamente creemos que cuando Dios se enoja, ruge, tira cosas, y grita en frustración contra las personas que Él ha creado. Esta no es una imagen precisa de cómo Dios lidia con Su desagrado hacia nosotros. Cuando Dios está enojado, Él nunca le da a ninguno de sus hijos amados el tratamiento del silencio o frialdad. Él no está sentado en el trono del cielo preguntándose cómo puede hacernos sufrir. Por el contrario, Dios se postra en el umbral del cielo y sopla Su aliento en nuestra dirección. ¡Sopla vida en nosotros! Dios sabe que lo que necesitamos en ese momento de desagrado es ¡más de Él!  

Cuando no estás satisfecho con alguien o has sido traicionado por alguien, quizás deberías considerar hacer lo que Dios hace. ¡Tal vez solo necesites soplar a Jesús en sus vidas! Puedes también considerar “postrarte” ante la presencia del que te causó la ira, porque eso es lo que Dios el Padre ha hecho por ti. 

Debes voluntariamente elegir cada día no ser quien eras antes de Cristo sino la persona que Él te ha creado para ser. Cuando procesamos la ira de una manera humana abrazándola y expresándola a través de nuestras almas y no de nuestros espíritus, le abrimos espacio al diablo en nuestras vidas. Sin embargo, cuando respondes a tu ira de la manera en que Dios responde, con humildad y con aliento de vida, es cuando el Padre te usará para expandir Su reino. Asi que ve a la persona que te ha causado enojo, y entregále a ¡Jesús!

Aplicación Personal: Toma la decisión de darle a tu ira limites escriturales, asegurando que tenga una vida corta. Renueva la decisión cada vez que sientas la emoción de la ira.