Al Unico Dios Sea La Gloria Y MajestadMuestra

Por todos los siglos

Cristo, conquistó este reino universal como un derecho legal por su perfecta obediencia, en carácter del postrer Adán. Como Dios hombre, Cristo no solamente merece autoridad y dominio sobre la tierra y todas sus criaturas, sino también sobre todo el universo que Él mismo ha creado.

¡Al único Dios, nuestro Salvador... sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre! Amén. Pongamos atención a esta declaración final, ya que el concepto inspirado de Judas era radicalmente distinto al de tantos «estudiantes de las profecías», que posponen el reinado de Cristo a alguna futura era «milenial». Aquí se exhibe la infinita dignidad de Dios, una dignidad pasada, presente y futura que se manifiesta «por medio de Jesucristo nuestro Señor». 

Por lo tanto, de Cristo se dice que ya fue coronado de gloria y de honra. Hoy, Cristo goza de majestad, porque fue exaltado por encima de todo gobierno y autoridad. El Padre sometió todas las cosas al dominio del Hijo. 

El Señor también ejerce dominio, y por la misma fuerza con la que lo obtuvo, ahora sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Ahora mismo, Jesús está sentado en el trono que se le prometió a David. A Cristo están sometidos los ángeles, las autoridades y los poderes, de modo que reina por siempre sobre todo. Amén. 

Concluye Judas la más solemne de todas las epístolas, con un himno de santa exaltación, donde reconoce tres grandes atributos de Dios, majestad, poder y autoridad, con lo cual, probablemente afirma lo que los herejes niegan; confirma la doctrina tradicional del justo juicio de Dios.

¡Por todos los siglos! Nuestra meta está junto al Dios eterno, allí está nuestra patria y destino final, así que somos eternamente guardados, eternamente salvados. Por lo tanto, ningún diablo, ni pecado, alterará más ese descanso que disfrutaremos junto al Señor. Ningún burlador se reirá más de nosotros, ningún enemigo nos perseguirá más, y nosotros contemplaremos a Aquel a quien ama nuestra alma. Esos momentos no serán breves instantes, como los que vivieron los apóstoles en el monte de la transfiguración, sino que durarán eternamente, porque eternamente permaneceremos delante del trono de nuestro glorioso Dios y Salvador, y reinaremos para siempre.