Al Unico Dios Sea La Gloria Y MajestadMuestra

Cristo fue singularmente idóneo para la obra que le encomendó el Padre

Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea la gloria…, según esta lectura, el glorioso destinatario de esta doxología es el mediador del pacto de la gracia, Cristo, a quien la Escritura, exalta su divinidad.

Lo que aquí se magnifica, es la fuerza y suficiencia de Cristo para cumplir con todas las exigencias de su mediación redentora. Es adorado como aquel que completó en forma triunfante la obra encomendada. Una obra que ni siquiera un arcángel podría cumplir, nadie sino Él que es al mismo tiempo Dios y hombre, podía actuar como mediador. 

Nadie, sino un ser divino podía ofrecer adecuada satisfacción a la justicia divina. Nadie, sino alguien de infinitos méritos, podía proveer un sacrificio de infinito valor. Nadie, sino Dios, podía preservar a las ovejas en medio de los lobos. 

En Proverbios 8, especialmente en los versículos 12, 13 y 32, a Cristo se le llama «Sabiduría», la que nos habla como un ser bien definido. También fue anunciado como «Admirable, Consejero». En 1 Corintios se lo llama expresamente «sabiduría de Dios», en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría. Su sabiduría se manifiesta en la creación de todas las cosas; en su gobierno y mantenimiento de todas las cosas; y en que el Padre todo juicio lo ha delegado al Hijo.

La consumada sabiduría de Cristo, se manifestó durante los días de su carne, ya que ante los hombres, abrió los secretos de Dios, y declaró que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo, (Juan 5:19). De esa manera, Cristo afirmó la existencia de una igualdad de competencia entre Él y su Padre, pues no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano. 

Los que oían sus enseñanzas se maravillaban, y se preguntaban: ¿de dónde sacó tal sabiduría y poderes milagrosos? La singular sabiduría de Cristo se manifestó, cuando al oírlo hablar, podía silenciar a sus enemigos y ellos mismos reconocer que, ¡nunca nadie ha hablado como ese hombre! A tal punto confundió a quienes lo criticaban, que al final, Mateo testificó nadie pudo responderle ni una sola palabra, y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más preguntas, (Mateo 22:46).