Libre de una conciencia sucia Ejemplo

La conciencia cauterizada 

El Espíritu de Dios por medio de Pablo nos habla de esa clase de conciencia en su carta a Timoteo; por la hipocresía de mentirosos que, tenían cauterizada la conciencia. La conciencia cauterizada deja de funcionar y no envía más pulsaciones de culpabilidad al corazón por el pecado cometido. Esa cauterización no viene de golpe, sino a través del tiempo, cuando cerramos nuestros oídos y no obedecemos la voz del Espíritu de Dios. Esta voz provoca dentro nuestro, culpabilidad por el pecado y tiene el propósito de frenar nuestro camino, llevarnos al arrepentimiento y a la corrección de nuestra conducta. 

La conciencia cauterizada lleva al hombre a un estado moral que se ve reflejado en que no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios. 

El tercer paso es nuestro Deber ante la conciencia y la decisión de cambio 

Este paso es el más importante, pues nos transporta de una vida derrotada a una victoriosa en Cristo. Cuando mencionamos el deber que tenemos ante la conciencia, hablamos de obedecer a esa voz pasible, que Dios colocó dentro de cada uno. Ese deber comienza con la humildad y sinceridad de escudriñar nuestro propio corazón. El gran profeta Jeremías lo dijo bien cuando clamó: «Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos». 

Después el Salmista oró desde la profundidad de su corazón pidiendo que examine y conozca su corazón; que pruebe y conozca sus pensamientos; y ver si hay camino de perversidad, y que lo guíe en el camino eterno. Una vez que hemos terminado con esas sinceras oraciones viene la decisión del cambio. 

Buscar el perdón de Dios por medio de la confesión 

Vemos la instrucción bíblica para esa confesión, en la primera carta de Juan; donde nos dice que si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. El hombre sabio nos presenta «las dos caras de una misma moneda», en cuanto a la confesión que quien encubre sus pecados no prosperará; pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Confesar es el hecho de ponerse del lado de Dios y en contra del pecado de uno.