Fe, Palabra y OraciónMuestra
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Judas Iscariote
Déjate encontrar
Reflexión:
¿Alguna vez has hecho algo que crees que no merece perdón? ¿Te has sentido atrapado, consumido por lo que has hecho?
Tal vez cometiste un error grave en el trabajo. Rompiste una relación de manera abrupta. Fallaste en un examen importante. Engañaste a la persona que más quieres. Descuidaste a tus hijos por dedicarte al trabajo. O mentiste sobre algo que hiciste mal. ¿cómo te sentiste? ¿Has sentido el peso de la culpa?
La Biblia nos muestra muchas historias de personas afectadas por la culpa, y hoy nos enfocamos en la vida de Judas Iscariote.
Judas, uno de los doce discípulos elegidos por Jesús, traicionó al Señor entregándolo a las autoridades. Este acto de traición se produjo después de haber pasado tres años junto a Él, siendo testigo de sus milagros y parte de su ministerio. No sabemos con certeza qué le motivó: ¿decepción, avaricia, frustración porque Jesús no cumplía las expectativas de una revolución contra los romanos? Sea cual fuera la razón, su traición condujo a la condena y crucifixión de Jesús.
Consumido por la culpa y el remordimiento, Judas intentó devolver las treinta piezas de plata que había recibido, pero al darse cuenta de que no podía deshacer el daño causado y sin encontrar una salida a su dolor, optó por quitarse la vida. Este acto desesperado cerró cualquier posibilidad de restauración y reconciliación.
Ahora, comparemos la historia de Judas con la de Pedro.
Pedro, otro discípulo cercano a Jesús, también falló gravemente al negarlo tres veces durante su arresto (Lucas 22:60- 62). Pedro se escondió, lleno de vergüenza, posiblemente pensando que nunca tendría que enfrentar su traición, ya que Jesús había sido crucificado. Sin embargo, a diferencia de Judas, Pedro no se hundió en la desesperación.
Después de la resurrección, Jesús buscó a Pedro y lo confrontó con Su amor. En lugar de condenarlo, Jesús le ofreció restauración. Por cada negación de Pedro, Jesús le dio la oportunidad para afirmar su amor: “¿Me amas?” (Juan 21:15- 17). Pedro aceptó el perdón de Jesús y fue restaurado para cumplir el propósito que Dios tenía para él.
En contraste, Judas no permitió que el perdón de Jesús lo alcanzara, porque se quitó la vida antes de encontrar esa restauración.
¿Qué podemos aprender de estas dos historias?
A veces, como Judas, nos dejamos consumir por la culpa, destruyendo nuestras oportunidades de recibir perdón y restauración. Otras veces, como Pedro, podemos escondernos y temer enfrentar el dolor de nuestros errores, pero la maravillosa verdad es que Jesús siempre está dispuesto a buscarnos, perdonarnos y restaurarnos.
Jesús no está interesado en condenarnos. Su deseo es restaurarnos. No permitas que la culpa te lleve a una desesperación sin salida. Jesús es más grande que tus errores, está por encima de la muerte y del mal que hemos hecho, y Él está listo para encontrarte, levantarte, restaurarte y devolverte a un lugar de honra.
Piensa de nuevo:
¿Hay algo en tu vida que crees que no mereces perdón? ¿Te sientes atrapado por la culpa?
No destruyas tu vida con la culpa ni te escondas en ella. Jesús está aquí y te ofrece Su perdón y Su restauración.
Oración:
Señor Jesús, hoy reconozco que he fallado y he sentido el peso de la culpa. A veces, me escondo en mi vergüenza, otras veces pienso en rendirme y destruir toda posibilidad de restauración. Te pido que me encuentres donde estoy, que Tu amor me alcance y me restaure. Gracias porque no estás interesado en condenarme, sino en perdonarme y darme una nueva oportunidad. Ayúdame a aceptar Tu perdón y a vivir bajo Tu gracia, sabiendo que Tú estás dispuesto a restaurar mi vida y usarme para Tu gloria. Amén.
Escritura
Acerca de este Plan
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