La Palabra

Un verdadero discípulo de Jesús no solo se identifica por su fe, sino también por su dedicación a leer y obedecer la Palabra de Dios. La Biblia es el alimento espiritual que nutre y fortalece al seguidor de Cristo, permitiéndole crecer en su fe, recibir revelación, y ser transformado a la imagen de Cristo.

En Hechos 2:41-42, vemos que los primeros creyentes "se dedicaban continuamente a la enseñanza de los Apóstoles". Este compromiso con la enseñanza no era una actividad ocasional, sino una práctica diaria y constante que les mantenía firmes en su caminar con Dios.

Jesús mismo lo dejó claro en el Padre Nuestro cuando dijo: "Danos hoy el pan de cada día" (Mateo 6:11). No se refería solo al pan físico, sino al pan espiritual que es la Palabra de Dios, el sustento que nos permite vivir y crecer en nuestra relación con Él. Así como nuestro cuerpo no puede subsistir sin comida, nuestra vida espiritual se debilita si no nos alimentamos diariamente de la Palabra de Dios.

La necesidad de una dieta espiritual balanceada

Así como una dieta física equilibrada requiere una variedad de alimentos para mantener el cuerpo sano, nuestra vida espiritual también necesita una dieta balanceada de la Palabra de Dios. No podemos depender solo de las enseñanzas que recibimos en la iglesia los domingos. Aunque esos momentos pueden ser como un "bufé espiritual", el crecimiento real ocurre cuando nos alimentamos día a día. La relación con Dios no se limita a un encuentro semanal, pues al igual que nuestro cuerpo necesita comida diaria, nuestra alma necesita ser nutrida constantemente por la Palabra.

Establecer un plan: tiempo, lugar, y método

Para perseverar en la lectura y obediencia de la Biblia, es esencial establecer un plan. Esto incluye designar un tiempo específico, un lugar donde podamos estar en quietud, y un plan de lectura. En la vida ocupada de hoy, es crucial ser intencional con esto, tal como Jesús lo hacía cuando se retiraba a lugares solitarios para estar en comunión con su Padre.

No solo leer, sino obedecer

Es crucial recordar que el propósito de leer la Biblia no es solo adquirir conocimiento, sino obedecer lo que leemos. En Santiago 1:22-25, se nos exhorta a ser hacedores de la Palabra y no solo oidores. Al obedecer la Palabra de Dios, experimentamos su poder transformador en nuestras vidas. Dios promete bendición para aquellos que perseveran en la obediencia.

La lectura de la Biblia debe ser acompañada de una reflexión intencional sobre lo que Dios nos está diciendo. Una herramienta práctica es hacer preguntas al texto, como: ¿Qué dice este pasaje acerca de Dios? ¿Qué dice acerca del hombre? ¿Qué debo evitar? ¿Qué debo obedecer? Estas preguntas nos ayudan a aplicar la Escritura a nuestras vidas cotidianas y a ponerla en práctica.

Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia nos narra la historia de Dios buscando al hombre. Es un mensaje de amor, de reconciliación, y de esperanza. Dios desea tener una relación íntima con nosotros, y nos busca incansablemente, llamándonos a dejar atrás nuestro pecado y recibir el regalo de la vida eterna a través de Jesús. Él quiere que lo conozcamos y caminemos con Él, guiados por su Palabra.

Reflexión

La marca de un verdadero discípulo de Jesús es alguien que lee y obedece la Palabra de Dios. No se trata solo de leer por leer, sino de permitir que la Palabra transforme nuestras vidas y nos guíe en cada aspecto de nuestra vida cotidiana. Al estudiar la Biblia y obedecer sus enseñanzas, estamos construyendo una base sólida para nuestra fe, una vida anclada en la verdad y en la voluntad de Dios.

Si aún no has comenzado este hábito diario, hoy es un buen día para empezar. Establece un tiempo, un lugar, y un plan de lectura. Haz preguntas al texto y busca formas prácticas de obedecer lo que lees. Dios promete bendecirte cuando eres fiel a su Palabra.

Oración

Señor, gracias por Tu Palabra, que es viva y eficaz, y capaz de transformarnos. Ayúdanos a tener hambre y sed de Tu Palabra cada día, a no conformarnos con una dieta espiritual esporádica, sino a buscarte constantemente. Enséñanos a obedecer lo que leemos y a aplicar Tus enseñanzas en nuestras vidas diarias. Queremos ser discípulos que no solo escuchan Tu Palabra, sino que la ponen en práctica. Amén.