¡Él saciará tu sed!

Cuando Juan el Bautista comienza a predicar, la gente se preguntaba si era el Cristo, Elías o el profeta, pero él les dijo que él bautizaba en agua, pero vendría uno más poderoso que los bautizaría en Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11). Más adelante, cuando Juan bautizó a Jesús en el Jordán, él mismo dio testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios, porque sobre Él descendió el Espíritu Santo (Juan 1:32-34). 

Llevaban más de 800 años esperando ese día y cuando Juan el Bautista dice que Jesús era quien bautizaba con el Espíritu Santo. ¡Eran buenas noticias para Israel! 

Cuando Jesús estuvo en Samaria, venían cansados del camino y se quedó junto al pozo mientras que los discípulos fueron a buscar comida al pueblo, y allí había una mujer que era adúltera, que había tenido cinco maridos y ahora estaba viviendo con otro hombre que no era su marido.

La gente acostumbraba ir al pozo muy temprano o al atardecer, pero ella fue al medio día, porque el rechazo social era muy grande, y la sed que ella tenía era de perdón y aceptación, pues la condenación le atormentaba. Es en ese momento donde Jesús se acerca, le pide de beber y le dice: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” Juan 4:10.

Él estaba diciendo lo que había dicho Dios por el profeta Isaías, era para los sedientos, el Espíritu sería derramado sobre la tierra árida. Hay un agua que Jesús quiere darnos, que sacia nuestra sed para siempre, y es… ¡El Espíritu Santo!