La paz y la promesa de la Navidad.Sample
El corazón de un siervo
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. —Marcos 10:45
De vez en cuando, el rey Jacobo V de Escocia (1512-1542) dejaba de lado sus prendas reales para vestirse como un plebeyo. ¿Por qué lo hacía? Para poder andar entre el pueblo libremente. Quería entender la vida fuera del castillo y vivirla aunque fuera por unos momentos entre sus súbditos. Este era un acto intencional de humildad, ya que el rey entraba en un mundo totalmente distinto del que su condición ameritaba.
Sin embargo, Jesús hizo mucho más. Aunque era la esencia misma de Dios, vino a este mundo y adoptó la esencia misma de un siervo. Pablo escribió que Cristo «se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:7).
Mientras comía la cena de la Pascua con sus discípulos la noche antes de su juicio y crucifixión, Jesús nos lo demostró de manera memorable. Su discípulo Juan relata que Jesús «se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó» (Juan 13:4). Luego, lavó los pies sucios de los discípulos.
Este acto humilde valida lo que el mismo Cristo dijo respecto a su misión: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). Entonces, ¿por qué nos sorprende que tomara una vasija y una toalla para lavarles los pies a los discípulos? Jesús nos mostró el corazón de un Rey que sirve.
Amado Salvador, tu ejemplo humilde de servicio nos humilla. Ayúdanos a mostrar más de esto en nuestras vidas.
¿Cómo reaccionas al ejemplo asombroso de Jesús de servir a otros incluso en las tareas más insignificantes? ¿Cómo puedes servir a alguien hoy?
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