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Palau, Una Vida ApasionadaSample

Palau, Una Vida Apasionada

DAY 6 OF 7

En la familia de Dios, nadie es nadie. Todos son alguien. Hemos aprendido esa lección. Muchas de nuestras campañas dependieron de las contribuciones clave de personas silenciosas y desconocidas. El Señor abrió puertas enormes apoyándose sobre las bisagras de personas comunes. La mayoría de ellas siguen siendo desconocidas. Pero recibirán su reconocimiento frente al trono de Cristo. ¡Cuán poderosas son las obras de Dios a través de medios modestos!
 

Hay muchas fuerzas en acción cuando diriges una campaña unida en una gran ciudad, y algunos problemas rápidamente pueden convertirse en graves: dinámicas interdenominacionales, problemas políticos, enemigos que detestan la esencia misma de aquello que defendemos. Recibimos amenazas de muerte, amenazas de bombas y demás. Todas estas cosas sucedían detrás de escena. Y el equipo se ocupaba de ellas mientras orábamos intensamente y trabajábamos para protegernos unos a otros.

Yo sabía que todo este asunto era demasiado importante, demasiado peligroso y demasiado especial como para enfrentarlo solo.

Después de todo, nuestras vidas estaban en las manos del otro... literalmente. Nuestra seguridad, misión y reputación dependían de la confianza, la habilidad y la oración del otro. Yo sabía que todo este asunto era demasiado importante, demasiado peligroso y demasiado especial como para enfrentarlo solo.
 

Debemos dejar que Jesús nos una en un cuerpo donde cada miembro pertenezca a todos los demás. Si eres un líder narcisista e inseguro, probablemente construirás un equipo que refleje y refuerce tu conducta. En cambio, es vital que tengas personas fuertes que apoyen la misión, que no sean meras herramientas de lealtad personal.

... Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros. Romanos 12:5

El cuerpo de Cristo es más diverso, más adaptable, más creativo, más fuerte, más comprometido, más alegre y más unificado que cualquier otra religión, nación o grupo de interés en la tierra. Tenemos faltas y son muchas. Muchas. Algunas veces, esas faltas empañan la belleza, pero no la quitan. Nos manchan. Pero la estatura de nuestra grandeza en Cristo no se reduce. En el gran cuadro, el cuerpo de Jesús es mejor de lo que pensamos. A pesar de todas las cosas desagradables que podamos infligirles a otros, podemos contar con el cuerpo de Cristo a la hora de la verdad. El cuerpo estará allí. Sus miembros te aman genuinamente.
 

Un entrevistador del New York Times hizo una pregunta clave, una que habitualmente se destaca en las mentes de los que miran: «¿Cómo se las arregla para unir a toda esta gente?  ¿Para unir a todas estas culturas?». «Jesús —dije—. Créame, es gracias a Jesús».

Jesús aún puede unirnos como una familia, al rico y al pobre, al educado y al simple, a personas de todas las naciones. Nos unimos cuando venimos a Jesús. Este es el mayor testimonio que el mundo jamás haya visto porque es el más inexplicable. No tiene explicación, y cuanto más piensas en ello, más extraño se vuelve.

¿Hay algún estímulo en pertenecer a Cristo? ¿Existe algún consuelo en su amor? ¿Tenemos en conjunto alguna comunión en el Espíritu? ¿Tienen ustedes un corazón tierno y compasivo? Entonces, háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito. No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.
Filipenses 2:1-4

Quiero que sepas que sin importar quién seas, importas. Tienes algo que ofrecerle al cuerpo de Cristo. Todo el mundo puede rechazarte, pero alguna parte de la Iglesia te recibirá con los brazos abiertos. Otros podrán considerarte sin valor o inferior a ellos. Nosotros te queremos. Es verdad, tenemos nuestras faltas. Muchas faltas. Pero a fin de cuentas, no soñaría con irme de aquí.
 

Una parte de la belleza y la maravilla del reino de Dios es que Él permite que seamos suavemente refinados mientras vivimos unos con otros y trabajamos los unos para los otros. Somos mucho más fuertes cuando nos escuchamos mutuamente y nos olvidamos de nuestras insignificantes diferencias de opinión para recordar el increíble amor y la verdad que nos une en la causa de Jesús. En definitiva, todos tenemos el mismo llamado.

Unidos hoy

Me pregunto si has estado tratando de seguir a Jesús y de servirlo solo. Me pregunto si el individualismo de esta era y la constante tentación de aislarnos que todos tenemos han hecho una obra en ti que te aleja de los demás. Si es así, considera lo que significaría para ti unirte a un grupo de trabajadores leales en la causa de Jesús.
 

Tal vez eres un líder dotado con una visión para la misión y el servicio. ¡Muy bien! ¡Úsalo! Pero no lo uses solo. Úsalo para inspirar, servir y abrazar con humilde confianza el camino que Dios tiene para ti.
 

Tal vez tienes el llamado a servir y apoyar la clara visión de alguien que sigue a Cristo. ¡Muy bien! Ejercita fielmente ese llamado de acuerdo a tus dones. Este llamado a servir junto a nuestros hermanos y hermanas es un don para cada uno de nosotros y para el mundo.

Tu hermano.

– Luis Palau 

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