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Palau, Una Vida ApasionadaSample

Palau, Una Vida Apasionada

DAY 3 OF 7

Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20

Cuando era joven, me inscribí en un curso de posgrado de un año en la Escuela de la Biblia Multnomah (la actual Universidad Multnomah). Durante este tiempo, se acrecentó una sensación de distancia interior entre lo que parecía (un joven prometedor predicador internacional con ojos azules y una sonrisa encantadora) y lo que era (un joven que luchaba a brazo partido con la arrogancia y con una sensación de superioridad moral).
 

Un día, caminé hasta la capilla tiritando un poco en medio de la niebla y la llovizna. En el auditorio de la capilla, me senté en mi lugar acostumbrado en la parte de atrás. En aquellos días, estaba aprendiendo tanto de la Biblia que un orador tenía que esforzarse —mucho— para mantener mi atención. Al orador del día lo presentaron como el mayor Ian Thomas. Habló precisamente durante 22 minutos. Y transformó mi vida cristiana.
 

El mayor Thomas contó la historia de Moisés, educado entre los egipcios como un príncipe, que con una metida de pata perdió la esperanza de liberar a su pueblo.
 

«Tal vez este sea el dilema en el cual ustedes también hayan caído —predicó—. Han sentido el surgimiento de la ambición santa. Sus corazones han ardido en su interior. Han soñado sueños y han visto visiones, pero solo para despertarse una y otra vez a una opaca sensación de futilidad, como alguien que da golpes al aire o que construye castillos en el cielo.
 

»No han sido llamados a comprometerse con una necesidad, con una tarea ni con un campo —dijo, con fuerza en cada sílaba medida—. Han sido llamados a comprometerse con Dios. Hay miles de necesidades, pero ustedes no están comprometidos con ellas. Están comprometidos con Cristo».

Hay miles de necesidades, pero ustedes no están comprometidos con ellas. Están comprometidos con Cristo.

Al prepararse para concluir, dijo...

«Existen aquellos en cuyas vidas se manifiestan evidentemente la poderosa unción y el poder de Dios. Son transparentemente genuinos. La mano de Dios está sobre ellos. Dondequiera que van, parece que hay un toque de gloria en su camino, y los admiramos y aplaudimos. Decimos en nuestros corazones: "Hay una zarza que arde. Me gustaría ser una zarza como esa, pero soy tan solo un montón de cenizas"».
 

El mayor Thomas enfatizó cuán común y corriente es el lugar que Dios decide habitar. ¿La zarza era tan especial? ¿Tan perfecta? ¿Tan talentosa? ¿Tan hermosa? ¡No! «Cualquier arbusto estará bien —predicó—, siempre y cuando Dios esté en el arbusto». Lo que importaba era la presencia de Dios. El poder era de Cristo, no mío. Era solo Cristo, el poderoso y hermoso Cristo resucitado que moraba en mí.
 

Yo era el que intentaba, el que mendigaba. Había alcanzado el final de mis esfuerzos, sabiendo que por más que lo hubiera intentado, no estaba agradando de verdad a Dios. Él deseaba más que tan solo mis dones naturales o mi compromiso. Me deseaba a mí. Una oración en español desbordó de mí, una oración de reconocimiento y aceptación, una oración en la que simplemente le pedía a Él que permitiera que mi vida girara alrededor de Su obra a través de mí.

Esto es increíble —se dijo [Moisés] a sí mismo—. ¿Por qué esa zarza no se consume? Tengo que ir a verla de cerca. Éxodo 3:3

Había estado predicando y trabajando con mis propias fuerzas, y nunca había sido suficiente. Ahora descansaba en la presencia y en las promesas de Dios. Y Él era suficiente. Fue un descanso extraordinario.
 

El gran misterio de la zarza ardiente no fue que estuviera en llamas, sino que no se consumiera. Aunque mi cuerpo lentamente me está fallando —se está consumiendo e incinerando— mi espíritu siente que está ardiendo con mayor calor y brillo que nunca. No tengo nada que lamentar. Después de todo, una vida en llamas es una vida bien gastada. Mi vida se ha gastado en el evangelio. Pero no me ha dejado tan solo algunas viejas montañas de cenizas. Así es, estoy muriendo. Pero estoy vivo. He ardido. Pero no estoy consumido.

Arde hoy

¿Alguna vez has experimentado el Espíritu de Jesús de tal manera que Su vida se ha vuelto tuya de modo inexplicable e innegable? ¿Has gustado —aunque sea por un momento fugaz— de lo que significa caminar en la gozosa victoria que es «Cristo en ti, la esperanza de gloria»? Si no, ve a Él. Clama a Él. Conoce la profundidad de Su amor por ti.
 

Dios desea que vivas en paz, poder y victoria. Deja de concentrarte en otros como héroes de la fe y comprende que tienes acceso al mismo poder, al mismo fuego que admiras en aquellos que tienes en alta estima.

Cualquier arbusto viejo.

– Luis Palau 

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