Cristo: Salvador, Profeta y SacerdoteSample
El oficio real de Cristo
El argumento queda armónico, pues David predijo que Jesús sería sacerdote según el orden de Melquisedec, tal como está registrado en el Salmo 110, Juró Dios, y no se arrepentirá; Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
Su oficio real se muestra claramente en la designación «soberano de los reyes de la tierra», puesto que tiene absoluto dominio sobre ellos. Gracias a Él reinan los reyes; quienes tienen orden de serle leales. A Él debemos honra, en Él tenemos que creer, y a Él debemos sujetarnos. En forma individual y colectiva, estos títulos anuncian que Él debe ser respetado y reverenciado en gran manera.
El Cristo Encarnado nace reconocido como rey; y comenzó su ministerio terrenal, proclamando el evangelio del reino de Dios; continuó predicando el evangelio del reino de Dios; y concluyó su ministerio enseñando del reino de Dios.
El reino de Dios se manifiesta inicialmente en el acto mismo de la creación, pues vemos que el Señor es rey sobre todo lo que Él ha creado, lo que significa que reina sobre todas las cosas en el universo. Él gobierna sobre las estrellas del cielo y los planetas, un gobierno que se refleja en el gobierno subordinado que el sol, y la luna ejercen a su vez sobre el día y la noche, las estaciones y los años. Como todo fue creado por Cristo, para Cristo y en Cristo, Él gobierna sobre la tierra y todas sus criaturas, un gobierno reflejado en el mandato dado a Adán y Eva de gobernar la creación, ocupándola y controlándola para la gloria del gran rey, en cuya imagen fueron hechos.
Cuando Jesús llegó predicando el reino de Dios, hablaba contra el telón de fondo de estas expectativas del Antiguo Testamento. Él proclamó la llegada del gobierno de Dios a la tierra de una manera nueva y concreta: Dios mismo había llegado para morar entre los hombres, para llevar a buen término su objetivo eterno de tener a un pueblo para Él mismo, y su llegada traería justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Sin embargo, aunque el reino de Dios llegó a la tierra en la vida de Jesús hace más de dos milenios, su consumación plena sigue siendo nuestra esperanza futura. El reino de Dios ha comenzado, trae consigo paz y dicha para todos los nacidos de nuevo, pero aún no hemos visto la restauración completa de todas las cosas de la que hablaron los profetas. En un sentido profundo, con la llegada de Cristo, y especialmente con su muerte y resurrección, el reino de este mundo ya se ha convertido en el reino de nuestro Dios y de su Cristo.
Por el momento, disfrutamos el gobierno de nuestro rey desde el cielo y con esperanza vibrante, laboramos para traer al presente la plenitud de la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo, que son los frutos prometidos de su gobierno. Él reinará de mar en mar, sobre hombres y mujeres de toda tribu y lengua y nación. La batalla decisiva ya fue luchada, y la victoria fue hecha manifiesta en la resurrección de Jesús de entre los muertos, por lo tanto, el reino de Dios ha venido a la tierra, y su reino perdurará por siempre.
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El testimonio de Cristo fue completo, coherente y contundente en todos los aspectos y asuntos de la economía divina revelada en plenitud por medio del nuevo pacto, por medio del cual se convierte en nuestra realidad existencial lo que Él logró en la legalidad divina.
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