Dios, ¿llamaste? Muestra

Un llamado permanente 

«Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios», escribió Pablo en Romanos. Cuando Dios te llama, lo hace para que le sirvas y su llamado es permanente; por lo cual es un llamado al que no puedes simplemente dar la espalda. Tampoco el llamado de Dios es algo que puedas limitar diciendo: «Lo haré durante tres años». Es un llamado permanente a tu vida. 

Dicho esto, debes tener presente que existe la probabilidad de que Dios te mueva de un lugar a otro dentro del tablero del servicio para Él, pero es su mano la que te mueve y no tú el que lo hace. Hemos visto en detalle las características principales del llamado de Dios, pero para hacerlo práctico en nuestras vidas, deberíamos respondernos ¿Cómo se lleva a cabo todo esto? 

Consideremos cuatro elementos que no pueden faltar para dar la respuesta que Dios espera de nosotros. Los analizaremos en los subsiguientes días.

1. Responsabilidad 

En Éxodo capítulo tres encontramos a Moisés, en medio del desierto, apacentando ovejas. Estaba demostrando que era responsable, ya que podía asumir exitosamente la tarea que se le había encomendado de cuidar las ovejas. 

¿Sabes cuándo comienza la responsabilidad? ¡Exactamente en este momento, precisamente donde te encuentras ahora! Si eres responsable en las cosas pequeñas, entonces Dios te podrá confiar cosas más importantes. 

Teniendo esto en mente, recordé los dos últimos años de la escuela secundaria y la ardiente pasión que Dios puso en mí por todos mis compañeros. Por la gracia de Dios, muchos de ellos conocieron a Cristo como su Salvador durante aquellos años. 

Cada día, al entrar a la escuela, lo hacía creyendo que ése era el campo misionero que Dios tenía para mí. El llamado de Dios frecuentemente se manifiesta de un paso a la vez, pero comienza cuando somos responsables en las cosas pequeñas. Lo poco se hace mucho cuando Dios participa en ello, pero al mismo tiempo, lo mucho se vuelve poco cuando Dios no tiene parte.