«Cristo Hace Su Hogar En El Corazón Del Hijo De Dios»Muestra

 «¿Qué son las riquezas de la gloria de Dios?» 

Toda familia, expresa a Dios en cierta medida, ya que el Padre es el origen o fuente de toda familia en los cielos y en la tierra, y cada familia es su expresión. La familia que más expresa al Padre, es la familia de los redimidos. Por ello, Pablo oró al Padre pidiendo que fuésemos fortalecidos con el propósito que expresemos al Padre al grado máximo.

También somos fortalecidos con el poder de resurrección. Este poder levantó a Cristo de entre los muertos, lo elevó a los cielos y puso todas las cosas bajo sus pies; con tal poder, es que Dios nos fortalece.

Necesitamos experimentar una iluminación en nuestro espíritu para ver, pero nuestro hombre interior necesita ser fortalecido con poder para vivir y experimentar lo que hemos visto. Muchos tenemos que admitir, que nuestra humanidad o nuestro hombre exterior, es más fuerte que nuestro espíritu o nuestro hombre interior. Por eso, Pablo oró para que fuéramos fortalecidos «con poder en nuestro hombre interior». Poder, en este versículo, indica que necesitamos ser fortalecidos con el poder de resurrección, el poder que lo trasciende todo, el poder que somete y el poder que sostiene. 

Si esta clase y grandeza de poder es la que obra en nosotros, no debemos estar reprimidos, ni oprimidos por nada ni nadie. No importa cuál sea nuestra situación presente, entendemos y conocemos nuestra posición permanente en Cristo, la cual trasciende todo. Es mediante el Espíritu a nuestro espíritu que el Padre nos fortalece. Él nos fortalece con el Espíritu que mora en nosotros; el Espíritu no se ha ido de nosotros o que tenga que descender desde los cielos para fortalecernos, no, porque Él nos habita permanentemente. 

Según la verdad presente del nuevo pacto, no es correcto pedir al Espíritu Santo que descienda, que venga o que nos visite con poder, porque ya descendió, ya vino y se quedó para morar con y en nosotros para siempre, dándonos todo el poder que obró en Cristo. Cuando lo entendemos, somos fortalecidos por la realidad de esta grandiosa obra de la gracia de Dios.

El Espíritu que nos fortalece ha estado con y en nosotros, desde el momento en que nos regeneró; sigue con nosotros ahora mismo y para siempre. Por medio del Espíritu que mora en nosotros, el Padre nos fortalece desde dentro hacia afuera. El fortalecimiento es directamente proporcional al entendimiento y conocimiento que tengamos de esta verdad revelada y experimentada en nuestras vidas.