Aceptémonos Unos A OtrosMuestra

Los racistas son otros Nunca olvidaré la serie que apareció en mi periódico local, “Raza: El Nervio en Carne Viva”. Las historias narraban la turbulencia racial que alguna vez llenó de lágrimas los vecindarios y que todavía atormentan a la ciudad. Una encuesta que se hizo en la ciudad y sus suburbios reveló que más del noventa por ciento cree que el racismo es un problema serio aquí. A la pregunta “¿usted es racista”, ¿sabe cuántos respondieron sí? Dos por ciento. En otras palabras, los racistas siempre son los otros. Satanás trata de explotar todas las diferencias que haya en las personas para separarlas; la raza es uno de sus más eficaces destructores armonía. “¿Por qué actúan de esa manera?” “Nuestra gente nunca haría eso”. Reconozca que el racismo está siempre al acecho en su corazón con tanta seguridad como la tendencia a mentir, codiciar, robar y cometer adulterio. La clave para la curación, al igual que con todos los pecados, es el arrepentimiento: “¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez! ¡Aflíjanse, lloren y laméntense!. . . . Humíllense delante del Señor, y él los enaltecerá” (Santiago 4:8-10). Habiendo sido perdonados por Cristo y con el Espíritu en nosotros, mejora nuestra audición y sabemos cómo afecta la charla descuidada sobre la raza a los que no son como nosotros. Nuestra visión mejora y vemos cómo han lastimado a otras personas las acciones y actitudes de nuestra tribu. El temor, la sospecha y los resentimientos le dan paso a la tolerancia, después a la aceptación, después al aprecio y al respeto. Y entonces el evangelio se puede mover más libremente.