Este Es El Camino: Un Viaje De 30 Días a Través Del Libro De Los HechosMuestra
Un vistazo de su gloria
por Hannah Etsebeth
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios. —¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios! Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. —Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu. Luego cayó de rodillas y gritó:—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Cuando hubo dicho esto, murió -- Hechos 7:55–60 (NVI).
Antes solía correr. Tenía veintitantos años, mis rodillas todavía funcionaban y me encantaba correr largas distancias. La tranquilidad de trotar en una noche de otoño era mi favorita. En una de esas noches trotando, reflexionaba sobre cómo deseaba hacer la diferencia en el mundo. Lo que comenzó como una sincera oración rápidamente tomó un giro oscuro. En la quietud de la noche, comencé a mirar todas las casas a mi alrededor con sus luces centelleando y mi contemplación sobre lo que quería hacer para Dios se convirtió en: ¡¿Y qué hacen estas personas con sus vidas?! Repugnante, lo sé.
Mientras juzgaba a completos extraños en mi vecindario, la convicción del Espíritu Santo cayó sobre mí. En mi mente, vi a la mamá de una amiga que vivía en esta área, sentada en su silla de oración. Después de haber criado a siete hijos, también acogió a sus amigos y los quería mucho. Ella fue un lugar seguro para el vecindario. . . Y vaya que oraba. El juicio que tan rápidamente hice a completos extraños y por accidente a una de las seguidores más fieles de Cristo reveló una ventana a mi propio corazón, y me arrepentí.
En Hechos 7, vemos a un hombre que tiene toda razón para juzgar, pero no lo hace. Rodeado por el Sanedrín (la élite religiosa de la época), Esteban proclama el evangelio con valentía y fuerza a quienes lo rodean. En respuesta a sus acusaciones, entreteje la historia que se encuentra en la Torá (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento considerados por los líderes religiosos de su época como genuina Escritura). Habla como un teólogo con convicción y autoridad. Pero cuando concluye, no hay, como esperaríamos, una respuesta poderosa a un llamado. En su lugar, se declara "blasfemia" y violentamente se lanzan piedras contra este hombre, un siervo de Cristo. Los rostros enfurecidos de la multitud religiosa contrastan con el resplandor del rostro de Esteban.
Al ver la gloria de Dios frente a él, Esteban declara: "¡Señor, no los culpes por este pecado!" (Hechos 7:60). Las palabras de Esteban no fueron las de un hombre que simplemente estaba en un plano más alto que todos nosotros. No, este hombre acababa de presenciar la gloria del Señor (lee Hechos 7:55). Cuando contemplamos la gloria de Dios, es imposible juzgar a nuestros acusadores, ni a nuestros enemigos, ni a los perdidos o salvos.
Leemos en Éxodo 33:18-19 (NBLA) que Moisés le dijo a Dios: "Te ruego que me muestres tu gloria”. Y el Señor respondió: "Yo haré pasar mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti. Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión”. Si continúas leyendo en Éxodo 34, aprenderás que cuando la gloria de Dios pasó por delante de Moisés, él vio tanto la extravagancia de los atributos de Dios como un espejo de sus propias iniquidades y fracasos. En ese momento divino, Moisés vio a un Dios rico en misericordia. ¡A medida que la gloria de Dios es revelada, también se revela su misericordia y gracia!
Cuando Esteban miró al cielo y vio la gloria del Señor, obtuvo una perspectiva depurada de sí mismo y de los que lo rodeaban. Cuando los acusadores y abusadores lo miraban con odio, Esteban les devolvía la mirada con misericordia y gracia. Habiendo visto la gloria del Señor, anhelaba que ellos también la vieran.
El juicio no es nuestro. De hecho, es algo a lo que debemos resistirnos con cada fibra de nuestro ser. En cambio, miremos a Dios y pidamos poder ver su gloria, ser llenos de su misericordia y gracia para que podamos contender para que su reino venga a esta tierra.
Oración
Señor, ayúdame a ver tu gloria en mi vida diaria como lo hizo Esteban para que pueda responder a los demás con misericordia y gracia en lugar de juicio. Depura mi perspectiva y dame valentía para amar como Tú me has amado. Que tu Espíritu me guíe a vivir con compasión, reflejando tu reino aquí en la tierra. En el nombre de Jesús, amén.
Activación
- Pídele al Señor que te revele toda área de juicio en tu corazón, incluso a las que te has aferrado sin saberlo. Háblale de las veces que te has apresurado a juzgar a los demás. Pídele a Dios que te perdone y que reemplace todo juicio con su misericordia y gracia.
- Piensa en un momento en el que merecías juicio, pero en su lugar recibiste gracia y misericordia. Dedica tiempo para agradecer y alabar a Dios por lo extravagante e interminable de su gracia y misericordia.
- Con intención, aparta tiempo para contemplar la gloria de Dios, ya sea a través de las Escrituras, la adoración o la reflexión apacible. Pídele a Dios que te muestre su gloria, depure tu perspectiva y que a través de sus ojos, transforme la forma en que te ves a ti mismo y a los demás.
Para profundizar
Hechos 7; Éxodo 33:18–23; Éxodo 34; Mateo 7:1; Juan 1:14; 2 Corintios 3:18; Efesios 2:4–5; 1 Pedro 4:14; Santiago 4:6
Espíritu Santo, ¿qué me dices hoy?
Acerca de este Plan
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Nos gustaría agradecer a Gateway Church por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: gatewaypeople.com