¿Cómo es nuestro Pastor? ¿Cómo lo reconoceré?

Lo primero que debemos tener claro para reconocer a nuestro Pastor, es que Él no es como nosotros, no va a hacerle reclamos a las ovejas por haberse ido y perdido, por haberle causado molestias al buscarlas, por haber enviado a su Hijo precioso a pagar nuestros destrozos. No Él no es así, no es rencoroso, no es vengativo, Él está lleno de compasión, le duelen nuestros errores y se goza con nuestros aciertos. Él es más dulce que la miel, es bueno, amoroso, fiel hasta lo incompresible, tanto que su gracia borra nuestros errores. Nos busca una y otra vez, nos da tiempo y oportunidades para volver. Es capaz de amar a la oveja despreciada por todos y darle valor y esperanza. Podemos reconocerlo cuando abraza a la “oveja negra”, aquella que por el color oscuro de su lana no tenía valor alguno pues no podía ser blanqueada, pero para Él es tan valiosa como y estimada, que deja todo por ir a rescatarla y que como lo declara el salmista en el Salmo 51: 07, en sus manos seremos resplandecientes y lo negro de nuestro pecado, se volverá más blanco que la nieve. Para este Pastor nada es imposible, tiene el poder de transformar una vida llena de pecado y de inmundicia, en una vida transparente y bendecida; puede atravesar el alma más oscura, el corazón más endurecido y hacer que se renueve, que renazca a una nueva esperanza, a nuevas oportunidades llenas de sanación, curando las heridas más profundas y dolorosas, ahora, hay paz, gozo y un nuevo inicio.

Él tiene tantas formas y maneras de manifestarse: puede ser mediante el dulce abrazo que necesitabas en el momento oportuno, en una palabra de consuelo, hasta en una llamada de atención de aquella persona que te hace ver que te estás alejando del redil. Een la oración sin duda alguna y la guía máxima, nuestro manual de vida que es la Biblia. Abre tu corazón y pídele al Pastor que te permita reconocerlo cada día.

ORACION

Espíritu Santo, vengo hoy a pedirte que abras mis ojos y mi sensibilidad para reconocer al Pastor, que mis oídos estén prestos para distinguir tu voz y así alegrar mi corazón. Que cuando el Pastor vaya en mi búsqueda, yo me deje encontrar, ya no quiero ser más esa oveja perdida, que está a merced de la tempestad, sola, sin rumbo, sin protección y sin esperanza. Te confieso como mi Señor, como mi Salvador y como mi refugio, deseo con el alma volver a tus brazos. Gracias por ser la clase de Señor que eres, que lo dio todo y no se guardó nada por amarme. Amén.