El Deseo CumplidoMuestra

Dios no se tarda

"¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia" (Lc. 18:7-8).

El tiempo de Dios y el tiempo nuestro, la mayoría de las veces, no corren a la par. Es probable que lo que esperamos que pase ya y ahora, no ocurra todavía. En tal caso sentimos una sensación de desespero porque según nuestra expectativa Dios sabe cómo lo ansiamos, cómo lo necesitamos.

Nuestro Padre, que conoce el cuándo nos ha de dar lo que pedimos, el cómo nos lo va a dar o si, según su sabiduría, no nos lo va a conceder, siempre responderá en su tiempo. Eso es lo que a nosotros nos causa frustración porque, en ocasiones, nuestra medida del tiempo no armoniza con la suya.

Volvamos a la promesa que Dios hizo a Abraham y el hijo que llegó veinticinco años después. Debe haber sido muy difícil la espera, tan difícil fue que le llevó a aceptar la recomendación de su esposa Sara para que tuviera un hijo con otra mujer.

Moisés sabía que Dios le usaría para liberar a su pueblo de la esclavitud egipcia, y en su premura defendió a un hebreo y mató a un egipcio. “Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así" (Hch. 7:23-25). Moisés no sabía que transcurrirían cuarenta años antes que Dios le diera la orden para la liberación de Israel.

Dios no se tarda en respondernos, la tardanza está en nuestra concepción del tiempo. Cuando la Palabra de Dios nos habla de la oración, nos aconseja a esperar pacientemente, a seguir clamando y seguir esperando. “Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá" (Miq. 7:7).

Nuestro amado Padre Celestial nos entiende, Él sabe que nuestro tiempo va a galope, que somos apuraditos, que no se nos hace fácil esperar. Él nos ayuda, es Él quien nos da el fruto de la paciencia por medio de su Espíritu Santo. Es Él quien también nos da el fruto de la fe para que no perdamos la esperanza y podamos seguir confiando.

“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Sal. 27:14).