Tres Naranjas: La Voluntad De Dios Para TodosMuestra

Un gran obstáculo para nuestra relación con Dios

Nunca vas a dilucidar lo que Dios quiere hacer con tu vida hasta que le permitas cambiar quién eres. Ser debe venir antes que hacer, y eso comienza con una relación.

Todos hemos cometido errores, pero más que eso, todos hemos escogido deliberadamente ignorar los mandamientos de Dios y en lugar de ello satisfacer nuestros propios deseos. Este alejamiento de Dios es llamado pecado.

Nuestra cultura se burla de la idea del pecado. Decimos que nuestra desobediencia «no es la gran cosa»; porque «todos cometemos errores». Pero a los ojos de Dios nuestro pecado sí es la gran cosa. Es serio. Tanto, que se requirió sangre, muerte y sacrificio para revertir la maldición del pecado. Gracias a Dios, Él mismo se encargó de hacer el sacrificio necesario, ofreciendo un remedio permanente lleno de gracia. Jesucristo vivió la vida que nosotros no podemos —una vida por completo sin pecado— y pagó el precio por nosotros, proveyó la sangre, la muerte y el sacrificio requeridos por Dios. Así es como nuestros pecados fueron perdonados y podemos asegurar nuestra relación con el Dios santo. Al poner nuestra fe en la muerte sacrificial de Jesucristo por nuestro pecado, somos salvos de la ira de Dios. Jesús no solamente murió por la «gente en general». Murió por mí. Murió por ti.

Nuestra relación con Dios como hijo, comienza cuando ponemos nuestra confianza en Jesús para nuestra salvación. Esa es la voluntad de Dios para nosotros. ¿Cómo lo sé? Su Palabra me lo dice:

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, testimonio dado a su debido tiempo (1 Timoteo 2:3-6).

Esto quizá le suene claro a los que han crecido en la iglesia, pero no lo era para mí. Yo no crecí yendo a la iglesia. Antes de conocer a Cristo, yo trataba de compensar la balanza de mis pecados con buenas obras. Pero esa no era una relación. Eso no era ser; eso era hacer. No tenía ni idea de que Dios quería tener una relación conmigo.

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