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Riquezas que superan nuestra imaginación

Un hombre llamado Ira Yates tenía un rancho de ovejas. Fue acumulando tierras. Luego llegó la Gran Depresión. Empezó a tener dificultades para ganar dinero suficiente para pagar los intereses, la hipoteca, gestionar el rancho, alimentar a las ovejas, comprar ropa y mantener la comida en la mesa. Día tras día, trasladaba a sus ovejas de un pastizal a otro para que pastaran en aquellas colinas del oeste de Texas. El Sr. Yates sentía que se ahogaba en deudas. No sabía cómo iba a pagar sus facturas.

Estaba a punto de darse por vencido cuando llegó un equipo sismográfico de Marathon Oil. Pensaron que podía haber petróleo en la propiedad del Sr. Yates y le pidieron permiso para perforar un pozo. Se apuntó inmediatamente. El equipo perforó 1.115 pies y encontró una enorme reserva de petróleo que ahora se conoce como la reserva de Yates. Aquel primer pozo produjo 880 000 barriles diarios. ¡Imagínate ahora cuántos barriles posteriores produjo! De hecho, 30 años después del descubrimiento de la reserva de Yates, una prueba de uno de los pozos reveló que aún tenía un caudal potencial de 125 000 barriles de petróleo diarios.

El Sr. Yates era el dueño de todo. Cuando compró el terreno, también obtuvo los derechos minerales y petrolíferos. Sin embargo, no tenía ni idea de lo que tenía. Había pasado años de penurias intentando sobrevivir, un multimillonario en potencia viviendo en la pobreza. El Sr. Yates era ridículamente rico, pero no lo sabía.

Esta es la verdad sobre los que hemos entregado nuestras vidas a Jesús: somos ridículamente ricos. Somos ricos más allá de lo que el mundo pueda imaginar y entender. Como hijos e hijas del Rey de Reyes, nuestra primogenitura nos da acceso a todos los recursos de su reino, a todo lo que podamos necesitar. Ya es nuestro, pero ¿lo sabemos? ¿Lo creemos?

Trágicamente, demasiados cristianos viven en la pobreza espiritual debido a su falta de conocimiento y entendimiento del Espíritu Santo. Quizá por falta de formación espiritual o discipulado, o por una visión o tradición teológica. Muchas personas son como el Sr. Yates, que no son conscientes del Espíritu Santo, ni de que tienen derecho a todos los dones de su poder energizante. Demasiados son inconscientes de lo que poseen o a lo que tienen acceso, gracias a Él.

Dios, por favor, abre mis ojos al poder de tu Espíritu Santo.