Como Cristianos… Ayudamos A La Gente… A Ir Al CieloMuestra

Da un paso de fe

Con frecuencia, los cristianos reciben críticas (y no siempre inmerecidas) por no ayudar a los necesitados. Siempre seremos blanco de acusaciones, de hipocresía y mal proceder. Pero déjame preguntarte: ¿cuántas cocinas caritativas, despensas, albergues u hospitales de tu ciudad carecen de afiliación a alguna iglesia? ¿Últimamente, has visto algún «Dispensario de la estrella pop fulana» o «Artistas jóvenes por los indigentes»? Tampoco yo. Mi ciudad está llena de hospitales con nombres de santos y denominaciones. ¿Pero cuántos hospitales ateos puedes nombrar? Si remueves al cristianismo de la historia, habrás simplemente removido una cantidad inmensa de ayuda a la sociedad. La mayoría de las organizaciones de caridad provienen del cristianismo o, por lo menos, de un cristiano devoto que ayudaba a la gente.

Como creyentes, podemos tener un impacto todavía más profundo que un artista compasivo o un programa del gobierno. Estoy agradecido por la conciencia social y la generosidad que vemos en nuestro mundo, pero los cristianos tenemos más que ofrecer. No servimos para aliviar la culpa por nuestras bendiciones, sino para transferirle nuestras bendiciones a otro de modo que vea a Jesús trabajando a través nuestro. Más que un mejor planeta, deseamos un cielo lleno. Usa tu creatividad y da un paso de fe.

Busca comprender bien lo que Cristo ha hecho por ti, y, con esa fuerza, identifica una necesidad y satisfácela. Finalmente, dile a la persona por qué lo estás haciendo.

Ayudar no es el fin, es una herramienta para conversar sobre la necesidad máxima de la gente: tener una relación con Jesús.

Mi esposa conduce una SUV con dos niños en el asiento trasero y cereal regado en el piso, con lo cual se ajusta a la descripción de una ama de casa típica estadounidense de los suburbios. Pero en la consola central lleva varias bolsas resellables con una lata de salchichas de Viena, galletas de crema de cacahuate y un folleto que comparte el evangelio. Cuando vemos a un indigente, y los vemos con frecuencia, mi hijo baja la ventanilla y le entrega a la persona una bolsa. Todavía no hemos visto a nadie caer sobre sus rodillas en oración —la mayoría quiere efectivo—, pero la persona nos da las gracias. Nuestra primera meta es ayudar, pero también queremos enseñarles a nuestros hijos algo acerca de ministrar a las necesidades físicas y espirituales de la gente.

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