Confiados en JesúsMuestra

El Señor es mi luz y mi salvación

David inicia el Salmo 27 con una afirmación poderosa: El Señor es mi luz y mi salvación, entonces ¿por qué habría de temer? El Señor es mi fortaleza y me protege del peligro, entonces ¿por qué habría de temblar? Salmo 27:1 (NTV)

En este versículo se denota la seguridad y la confianza que tenía David en el Señor; además, la relación que tenía con Él. Solo quien conoce al Señor como lo hizo David, puede hablar con tanta certeza respecto a su Nombre. David confiaba en quien era su Dios, su Señor y su Salvador; en el "Gran Yo Soy".

Nosotros como hijos de Dios, tenemos la dicha de saber también en quién está nuestra Salvación. Por la gracia y la fe concedida a través de Jesucristo, podemos llamar al Dios de David, nuestro Dios; Él, Padre de nuestro Señor Jesucristo, es también nuestro Padre. ¿Acaso no es el más hermoso milagro del que podamos gozarnos? ¿Acaso no podemos recitar con plena confianza este Salmo? El Señor es mi Luz y mi Salvación, no tengo por qué temer; ¿por qué habría de temblar?

No hay quién pueda hacerle frente a nuestro Dios, "Gran Yo Soy". Es la confianza y la seguridad en la que debemos reposar como hijos suyos; en el Nombre de su Hijo Jesucristo y en el Poder de su Santo Espíritu, está la certeza de su protección. Cuando tenemos convicción en esta revelación y conocimiento de poder, no podremos ser conmovidos así suframos, así pasemos turbación o tribulación.

El enemigo y el peligro puede acecharnos; sin embargo, no tendrán más poder que el Poder que habita en nosotros los hijos de Dios; el Espíritu que nos fortalece jamás ha de desfallecer.

Sigamos confiados en Jesús, resguardados en su Nombre, Él es la Luz que brilla en medio de la oscuridad. Por encima de nosotros mismos, del mundo y del enemigo se cumplirá la voluntad que en su Nombre ha de llevarse a cabo en nosotros para manifestar su gloria; Él no puede ser vencido y en Él no podemos ser vencidos.

Las pruebas y todo lo que implican, son el recurso a través del cual el Espíritu de Dios fortalece nuestra fe y nos confirma en la victoria que tenemos garantizada en el Nombre de Jesucristo. Somos vencedores en su Santo Nombre, cuando fluimos en su identidad y en su carácter a través del Espíritu. ¡Bendita Gracia!