El Regalo Del PerdónMuestra

Nuestras cicatrices

Dios tiene una característica que nadie más tiene: Él perdona y olvida. Si alguien te trató mal, podrás recordar la ofensa cuando quieras. Lo que pasa es que ese recuerdo no nos domina ni nos quita el sueño porque lo hemos perdonado y es como una herida cicatrizada. Podemos ver la cicatriz y recordar cómo fue. Eso es lo que ocurre cuando nosotros perdonamos a una persona. Puedes recordar la humillación, pero ya no te afecta; ya está superado por el amor de Cristo, porque estoy aplicándole a esa persona el mismo trato que Dios hizo conmigo. Dios me perdona por misericordia, por amor, por su gracia y no por ningún mérito. Cuando perdonamos a una persona no es porque se lo merezca. A veces hemos escuchado: “No se merece que le perdones”, y tal vez tengan razón, pero el perdón es una evidencia de la madurez que tienes en Cristo y de su carácter reflejado en tu vida.

La cruz era un lugar de humillación donde estaban burlándose hasta el último momento de Jesús. Una de las palabras que Jesús pronunció es: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". El lugar más hermoso en la presencia de Dios se lo dio gratuitamente a un malhechor que se arrepintió de todo corazón, porque el perdón es algo que marca una diferencia. El perdón es liberador, aunque la persona esté con una sonrisa sarcástica en su rostro o venga realmente humillada. Nosotros dependemos de nuestra relación con Dios porque no podemos edificar nuestra vida a base de cómo nos tratan los demás. Debemos ser maduros y obedientes para perdonar y demostrar que somos cristianos que han entendido el Evangelio y experimentado el amor de Dios.