Manifestación Del Reino De DiosMuestra

«El reino establecido»

Cuando Jesús ascendió al cielo para su coronación como el Rey de reyes, se sentó a la diestra de Dios, que es la sede de la autoridad. Desde esta posición Jesús gobierna, administra su reino, y preside como el juez del cielo y de la tierra. A la diestra del Padre, Jesucristo ocupa la posición como Cabeza de su cuerpo, la iglesia. Pero en esta posición, la autoridad, jurisdicción y administración de su gobierno se extienden más allá de la esfera de su iglesia y alcanzan a todo el mundo. 

Todas las personas en el cielo y la tierra han sido llamadas por Dios para reverenciar la majestad de Jesucristo, para ser gobernadas por su mano, rendirle el homenaje debido, y someterse a su poder. Todas las personas, finalmente deberán pararse delante de Jesucristo cuando se siente en el juicio final.

Mientras está sentado a la diestra de Dios, Jesucristo ejerce como el Rey de reyes y, asimismo, cumple su papel como juez sobre todas las naciones y sobre todos los pueblos. Aunque Jesucristo es nuestro juez, el Padre también lo ha nombrado nuestro abogado. Es nuestro defensor. En el juicio final, nuestro defensor de oficio será el mismo juez que presida. 

Cuando Jesús llevó cautiva la cautividad, tenemos un cuadro de Jesús como el general conquistador conduciendo en procesión al enemigo derrotado, desarmado, despojado, encadenado, totalmente humillado a plena vista delante de todos los ángeles del cielo, en su vergüenza y humillación fueron hechos un espectáculo público, donde se decretó su impotencia para dañar a los hijos de Dios.

Jesucristo llegó al cielo exclamando, «¡Padre, tengo las llaves! Satanás está derrotado y de nuevo hemos recobrado nuestro dominio sobre la tierra. Cristo había recuperado las llaves de Satanás, pero no las guardó, las devolvió a la iglesia». ¿Cómo describe el hombre ese retorno victorioso? David fue inspirado para darnos una descripción profética de este evento y quedó registrada en el Salmo 24.

Cristo ha llevado cautivo todo lo que constituye nuestra cautividad. Ha derrotado el mal moral y ha dominado virtualmente las dificultades y pruebas de esta vida mortal. No hay nada en el cielo, ni en la tierra, ni en el infierno, que pudiera pensarse que esté en contra de los que quedamos ahora. Ha suprimido todo eso por cuanto su reino fue establecido legalmente. ¡Cuánto gozo hay para nosotros en este triunfo! ¡Cuán grande bienaventuranza es tener una participación por el don de la justicia en Él y permitirnos reinar en vida!