Somos un resultado

¿Alguna vez has meditado acerca de cómo llegaste ser quien eres hoy? Esas características buenas y malas que te describen, ¿de dónde salieron? Muchos dicen: "Es que yo soy gruñón, impaciente, amargado, aburrido", entre otras cosas, incluso muchas veces con una actitud de "no pienso cambiar". Lo cierto es que quizás no es tanto que no quieren cambiar, si no que no han podido encontrar la manera de hacerlo. Pero no todo es negativo, también somos amables, colaboradores, dadivosos, honrados, entre otras características; todos somos una combinación de características positivas y algunas otras que podrían no serlo.

¿Cómo llegamos a esto?

La respuesta es que somos un resultado. Somos resultado de la forma de ser de nuestros padres o aquellas personas que nos criaron. Somos un resultado del lugar donde crecimos, de la escuela, de los profesores, de nuestros amigos o personas influyentes de nuestra vida. Poco a poco, día con día, íbamos adoptando comportamientos y actitudes, un poco de aquí y otro poco de allá.

En algunas de esas ocasiones fuimos conscientes de querer imitar comportamientos. Por ejemplo, si nuestro mejor amigo era muy bueno jugando fútbol, quizás nos esforzamos también por ser buenos. Quizás tu madre era amable y sonriente y siempre te gustó verla así, por lo que hoy la imitas con placer. No obstante, también algunos otros comportamientos comenzaron a ser imitados de forma inconsciente. De repente un día gritaste con ira y no te diste cuenta del porqué. Otro día mentiste con tal de no quedar mal frente a unos amigos y cuando reaccionaste ya era tarde.

Jesús sabía

Nuestro Maestro y Salvador, Jesús, sabía que nosotros somos un resultado de lo que aprendemos y vemos, por lo que un día dijo: Aprendan de mí, que soy manso y humilde. Quédate con eso este día: "Aprendan de mí".

No te pierdas el siguiente día de este plan de lectura donde te hablaremos acerca del momento determinante que estás a punto de vivir.