RestáuranosMuestra

"Todos necesitamos la restauración de Dios (Ana María Padalina).

La restauración empieza con amor

Dios nos recibe con los brazos abiertos cuando volvemos, arrepentidos. Nos pone ropa de santidad y afirma nuestra identidad de hijos. Tanto le alegra nuestro regreso que ordena una celebración exuberante en el cielo (Lucas 15:7). Así es el amor del Padre.

En el diccionario Esencial de la Lengua Española, “identidad se define como el conjunto de los rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. Es, además, la conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás”.

No importa nuestro origen y rasgos humanos, desde que pusimos nuestra fe en Jesús, somos hijos de Dios (Juan 1:12-13). Su Santo Espíritu afirma esta verdad en nuestro interior (Romanos 8:16) y por cuanto somos hijos Dios envía a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo, el cual clama “Abba Padre” (Gálatas 4:6). Nuestro Papá nos provee todo lo necesario para vivir, nos cuida, nos guía y nos defiende. Se alegra con nuestras alegrías y nos consuela en nuestras tristezas.

Necesitamos abrazar esta verdad: Dios nos ama como hijos y su amor no es humano sino eterno, absoluto, inmutable, infinito, poderoso y constante. El Apóstol Pablo oraba para que fuéramos capaces de comprender cuán inmenso e inexplicable es ese amor y lo conozcamos para ser llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:18,19).

Si tu fe está a punto de romperse, recuerda que Dios: “No quebrará la caña cascada ni apagará la mecha humeante” (Mateo 12:20), que nada ni nadie podrá separarte de su amor (Romanos 8:38,39), y que el mandamiento más importante es que ames al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Marcos 12:30).

ORACIÓN

¡Te amo, Papá del Cielo! ¡Gracias por darme tu identidad y derramar sobre mí tan inmenso amor!