Una pausa en tu vida AntologíaMuestra

Donde más duele

Así como el enemigo número uno de Dios y de todo lo que Él creó, Satanás, sabe dónde atacarnos por nuestro lado más débil, también nuestro Amigo número uno: Dios, nuestro Creador, sabe cómo disciplinarnos tocando donde más nos duele. Dios actúa como un padre porque es el Padre Eterno, y al igual que los papás y las mamás, cuando los hijos colman la medida de su paciencia optan por quitarles el celular, los programas de TV que más les agradan o algo que, sin ser de primera necesidad les duela, hasta que aprenden que la obediencia trae privilegios y la desobediencia disciplina, Él nos muestra varios ejemplos muy claros de Su disciplina en la Biblia. Jacob era muy hábil en salir de diversas situaciones extremas en las que su carácter tramposo le metía a diario. Un día, luchando con Dios, Él tocó uno de los ligamentos principales de su pierna y le dejó cojo por el resto de su vida. ¡A ver cómo te las arreglas para correr ahora, Jacob! Bueno, tendrás que aprender a confiar más en Dios que en tus propias piernas. Abraham amaba mucho a su único hijo Isaac; quizás le amaba demasiado. Tal vez desplazó el único amor que le correspondía a su Dios. “Dame a tu hijo, Isaac, el que amas". ¡Qué difícil habrá sido para este hombre de fe entregar a su hijo en sacrificio! Otra vez Dios tocando donde más nos duele. Tu vida y mi vida tienen la natural tendencia a alejarse de Dios. Él es nuestro sustento, nuestra vida, nuestro todo. Observa lo que dijo Pablo, apóstol, predicando en Atenas, “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. Él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, Él no está lejos de ninguno de nosotros, puesto que en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:24-28).

Cuando nuestro foco de atención comienza a centrarse en otra cosa que no sea Él, Su celo le mueve a tocar donde más nos duele hasta que no nos queda nada. Es entonces cuando llegamos rendidos a Sus pies para comprender que Él era lo único que necesitábamos.

Muchas veces la única manera de mirar al cielo es que caigamos de espaldas.