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Abrazando el corazón de Dios

En nuestra naturaleza humana, tendemos a juzgar y evaluar a los demás en función de sus atributos externos, estatus social o apariencia física. A menudo, nos apresuramos a formarnos opiniones y suposiciones sobre las personas, creyendo erróneamente que las apariencias exteriores revelan la verdadera naturaleza del corazón de una persona. La perspectiva de Dios es completamente diferente. Él ve más allá de lo superficial y busca profundamente en el centro mismo de nuestro ser.

En 1 Samuel 16, encontramos al profeta Samuel buscando al futuro rey de Israel. Mientras Samuel observa a los hijos de Jesse, nota su estatura física y sus impresionantes cualidades. Sin embargo, Dios le recuerda gentilmente a Samuel que Él mira más allá de la superficie. La visión de Dios mira más allá de la fachada de la apariencia física y revela la verdadera naturaleza de una persona: su corazón.

Sabemos que el poder transformador del Evangelio incluye una obra transformadora de la gracia de Dios en el corazón humano. Este acto de la gracia de Dios no es simplemente un cambio superficial sino una profunda transformación interna que remodela nuestros deseos, motivos y carácter. Dios no está interesado en nuestra apariencia exterior ni en nuestros logros; en cambio, anhela un corazón completamente rendido.

Esta verdad debería impactar absolutamente cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás. En lugar de centrarnos en las apariencias externas, debemos permitir que la gracia de Dios forme corazones que le agraden. Nuestra verdadera adoración y devoción a Dios se encuentran en lo más profundo de nuestro corazón. Cuando nuestros corazones están alineados con Sus propósitos, Su poder transformador produce un cambio genuino que influye en todos los aspectos de nuestras vidas.

Finalmente, este pasaje nos desafía a adoptar la perspectiva de Dios al interactuar con los demás. A través de Su poder, podemos aprender a ver más allá de las apariencias físicas y reconocer el potencial de la Divinidad en cada persona que encontramos. Así como Dios vio el potencial en el más joven y menos probable de los hijos de Jesé, David, debemos extender gracia, amor y aliento a quienes nos rodean, reconociendo que la obra transformadora de Dios puede ocurrir en los corazones más inesperados.

¿Cómo ocurre este acto de gracia transformadora? Sólo a través de la oración y la completa dependencia de nuestro Salvador. Empezar hoy. Busque en oración la guía de Dios para transformar su corazón y alinearlo con Sus deseos. Que nuestras vidas sean un testimonio del poder de la gracia de Dios mientras nos esforzamos por ver a los demás a través de Sus ojos y ofrecerles el mismo amor transformador que Él ha derramado por nosotros.

Dios Misericordioso, ayúdanos a ver más allá de lo externo y a fijar nuestra mirada en la condición de nuestro corazón. Transfórmanos desde dentro para alinear nuestros deseos y motivos con Tu voluntad. Enséñanos a ver a los demás como Tú los ves, abrazando el potencial de la piedad en cada persona con la que nos encontramos. En el nombre de Jesús, oramos. Amén

Reflexión:

¿Qué deseos tienes para tu futuro? ¿Hay cosas que debes hacer para alinear estos deseos con lo que Dios quiere para ti?

A lo largo del día, cuando te encuentres con otras personas, pídele a Dios que te ayude a verlas como Él las ve. ¿De qué manera los tratas de manera diferente? ¿Qué empiezas a ver que te perdiste antes?

Misty Jaggers

Clase del 2001

Directora del Instituto de Nuevos Estudiantes