Emanuel, Dios Con NosotrosMuestra

La mañana de Navidad, los niños y niñas más afortunados del mundo, correrán al árbol deseando ver regalos que lleven su nombre. Alguien se ha acordado de ellos. Aun los adultos, recibimos con alegría esos detalles que nos hacen sentir amados, apreciados, pensados por otros. Sentirnos relevantes para alguien es una de nuestras mayores necesidades.

Si pensáramos en la persona más influyente de la actualidad por un momento, aquella a la que consideramos una estrella, alguien que tiene todo cuanto deseamos alcanzar, e imaginamos a esa persona pidiéndonos ser nuestro huésped, queriendo sentarse en nuestra mesa, nuestra humilde mesa. ¿Puedes creerlo? A mí se me hace difícil, la verdad. Alguien que lo tiene aparentemente todo, no necesita nada de mí, ni de ti. ¿Qué puede ofrecerle la gente común que no pueda obtener de otros mucho más relevantes, más ricos, más cultos?

Piensa en Jesús, ¿qué puede faltarle a Él que tú y yo podamos ofrecerle? ¿Qué es lo mejor que tienes? Nada que no pueda conseguir por sí mismo, de mucha más calidad. Él ha formado cada estrella, les ha puesto nombre. Te ha dado la personalidad que tienes, los talentos y hasta el color de tu voz.

No hay nada con lo que puedas impresionarle, mucho menos atraerle. Sin embargo, él desea encontrarse contigo. Comer contigo, charlar. No tiene ningún sentido, según la lógica humana. Pero gracias al cielo que su lógica es divina, y tiene que ver con el amor. Con SU amor, con quién es Él.

Nosotros no podíamos acercarnos a Él, tenía que ser Él quien se acercara a nosotros. Y puesto que no necesita nada de ti ni de mí, lo hizo solo por voluntad propia. Quiso hacerlo. Deseaba acercarse. Así que, si en algún momento has pensado que no eras amado, deseado, pensado, recuerda esto: Emanuel, Dios con nosotros, Él lo hizo.